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Notas sobre la vigilancia epistemológica y la reconstrucción. Los aportes de Bourdieu, Lakatos y Habermas
Resumen: En este artículo de revisión analizamos la actitud de vigilancia epistemológica que Bourdieu propone para la construcción de conocimiento científico que se “está haciendo”. Luego, ubicamos esa actitud junto a las otras sugerencias y distinciones que nos brinda. A partir de allí, analizamos las propuestas de Lakatos y Habermas a lo largo de su obra acerca de la reconstrucción. Finalizamos nuestro recorrido con los puntos en común entre ambos autores, así como sus diferencias, y con esos aportes sugerimos la ampliación de la actitud reflexiva de vigilancia epistemológica hacia la ciencia que “ya está hecha”.
Palabras clave: Vigilancia epistemológica, Reconstrucción, Bourdieu, Lakatos, Habermas.
Notes on epistemological vigilance and reconstruction. The contributions of Bourdieu, Lakatos and Habermas
Abstract: This review article analyzes the attitude of epistemological vigilance that Bourdieu proposes for the construction of scientific knowledge that “is in the making”. Then, this attitude is grouped together with the other suggestions and distinctions he provides. After that, the proposals Lakatos and Habermas regarding reconstruction throughout his work are analyzed. This journey ends by highlighting the points in common between both authors, as well as their differences and, with these contributions, it is suggested that the reflective attitude of epistemological vigilance towards science that “has already been done” should be broadened.
Keywords: Epistemological surveillance, Reconstruction, Bourdieu, Lakatos, Habermas.
Notas sobre a vigilância epistemológica e a reconstrução. As contribuições de Bourdieu, Lakatos e Habermas
Resumo: Neste artigo de revisão, analisamos a atitude de vigilância epistemológica que Bourdieu propõe para a construção do conhecimento científico que está "sendo feito". Em seguida, situamos essa atitude ao lado das outras sugestões e distinções que ele oferece. A partir disso, analisamos as propostas de reconstrução de Lakatos e Habermas ao longo de sua obra. Finalizamos nosso percurso com os pontos em comum entre ambos os autores, bem como suas diferenças, e com essas contribuições sugerimos a extensão da atitude reflexiva de vigilância epistemológica para a ciência que "já está feita".
Palavras-chave: Vigilância epistemológica, Reconstrução, Bourdieu, Lakatos, Habermas.
Vigilancia epistemológica
El oficio de sociólogo se publica en 1968 como resultado de cursos sobre epistemología que Pierre Bourdieu dictaba, y que desde 1966 sistematizaba para su publicación. El texto polemiza con la “invasión ‘lazarsfeldiana’ en Francia” de aquellos años, en los que Paul F. Lazarsfeld dictaba cursos nutridos de gran concurrencia en La Sorbona –que Bourdieu “desenmascara” por anclarse en la tradición positivista–. Aquellos cursos le valieron a Lazarsfeld un papel decisivo en la formación y perfeccionamiento de investigadores franceses debido al hincapié en la práctica rigurosa de la observación sociológica, aplicada para verificar las ideas según las normas del conocimiento científico. Bourdieu et al. conceden mérito a Lazarsfeld en el desarrollo de la investigación empírica, pero proponen “una sociología empírica fundada teóricamente, una sociología que puede tener intenciones críticas (…) pero que debe realizarse empíricamente” (Bourdieu, 2008, p. 366).
Según Bourdieu et al. (2008), siguiendo a Bachelard, todo conocimiento científico debe realizar una ruptura con el sentido común, aunque en las ciencias del hombre aquella cobra carácter indispensable debido a que “la familiaridad con el universo social constituye el obstáculo epistemológico por excelencia” (Bourdieu et al., 2008, p. 31). La ruptura necesita la vigilancia epistemológica, que “se impone particularmente en el caso de las ciencias del hombre, en las que la separación entre la opinión común y el discurso científico es más imprecisa que en otros casos” (Bourdieu et al., 2008, p. 27), y que debe ser entendida como una actitud de quien investiga:
“(…) un ejercicio constante de la vigilancia epistemológica que, subordinando el uso de técnicas y conceptos a un examen sobre las condiciones y los límites de su validez, proscriba la comodidad de una aplicación automática de procedimientos probados y señale que toda operación, no importa cuán rutinaria y repetida sea, debe repensarse a sí misma y en función del caso particular” (Bourdieu et al., 2008, pp. 20-21, subrayado nuestro).
En otros términos, la vigilancia epistemológica es lo que la comunidad científica debería considerar a la hora de construir conocimiento, pero, además, incorporar a su práctica habitual, volverla habitus, oficio. De esta manera, la actitud reflexiva y crítica de quien investiga se lleva adelante en “la ciencia que se está haciendo”, durante el mismo proceso de construcción de conocimiento. Con base en ello, podemos distinguir entre la vigilancia epistemológica y la Epistemología, no a los fines de clasificar, sino para dar cuenta del desempeño de la práctica de construcción y para circunscribir el horizonte de pertenencia de la “ciencia hecha”. En otros términos: si la Epistemología es una disciplina, la vigilancia epistemológica es la actitud continua de la comunidad científica sobre su práctica, es la disciplina “hecha cuerpo”. A partir de allí, cobran mayor precisión las palabras de Bourdieu et al. sobre la vigilancia epistemológica:
“Tal tarea, propiamente epistemológica, consiste en descubrir en la práctica científica misma, amenazada sin cesar por el error, las condiciones en las cuales se puede discernir lo verdadero de lo falso, en el pasaje desde un conocimiento menos verdadero a un conocimiento más verdadero, o más bien, como lo afirma Bachelard, "aproximado, es decir rectificado". Esta filosofía del trabajo científico como 'acción polémica incesante de la Razón'” (Bourdieu et al., 2008, p. 24).
La vigilancia epistemológica es la actitud que nos conduce a concretar la ruptura con las prenociones del sentido común (la “sociología espontánea”, inclusive) y del (más sutil y sólido) sentido común académico. Mientras que el primero confunde el “objeto de estudio” (o de investigación) con el “referente empírico”, el segundo lo hace con “artefactos” que constituyen los regímenes de saber de las instituciones académicas y científicas.
Ruptura y técnicas de objetivación. Relación teoría-método-técnicas de producción de datos
Ahora bien, y en continuidad con las sugerencias de Bourdieu et al., debemos someter el conocimiento que construimos a la operación de ruptura respecto del sentido común –incluido el académico–. Esto implica poner en juego tres técnicas de objetivación: la crítica lógica de las nociones, que consiste en una crítica lógica y lexicológica del lenguaje común, indispensable para la elaboración controlada de las nociones científicas; la puesta a prueba estadística de las falsas evidencias, ya que el análisis estadístico contribuye a hacer posible la construcción de nuevas relaciones; y la impugnación decisoria y metódica de las apariencias, es decir, dar cuenta del sistema de relaciones objetivas entre distintos elementos (lo que constituye un descubrimiento válido), bajo el principio de la no-conciencia. Como se trata de relaciones independientes de la voluntad/conciencia de los individuos, se entiende que estos se hallan inscriptos en ellas y, por lo tanto, son denominados como agentes.
Para Bourdieu et al., “el punto de vista crea el objeto”, tal y como retoman de Ferdinand de Saussure. Toda investigación científica debe reflexionar acerca de su coherencia interna entre el punto de vista teórico, el método y las técnicas de producción de datos, ya que esa coherencia establece la validez del conocimiento construido. En resumidas cuentas, la teoría cumple la función primordial de operar la ruptura con el obstáculo epistemológico, condición sine qua non para construir el objeto de estudio.
En este punto, nos interesa retomar la crítica lógica y lexicológica del lenguaje, debido a que nos recuerda no tomar por datos aquellos objetos preconstruidos en y por la lengua común, ya que esta “encierra en su vocabulario y sintaxis toda una filosofía petrificada de lo social siempre dispuesta a resurgir en palabras comunes o expresiones complejas construidas con palabras comunes que el sociólogo utiliza inevitablemente” (Bourdieu et al., 2008, p. 41, subrayado nuestro). Esa operación de crítica del lenguaje también se extiende hacia el sentido común académico, es decir, para las nociones que tienen pretensión de validez científica, o bien, para aquellas que debemos revisar a los fines de evaluar su pertinencia para la investigación que pretendemos desandar. La perspectiva epistémico-teórica del sociólogo francés nos invita a reflexionar acerca de los conceptos que él mismo ha creado a los fines de construir conocimiento científico válido, lo que implica tener presente la relación necesaria entre cada concepto.
El análisis de la lógica del lenguaje común nos permite “redefinir las palabras comunes dentro de un sistema de nociones expresamente definidas y metódicamente depuradas (…)” (Bourdieu et al., 2008, p. 41, subrayado nuestro). Además, la teoría debe cumplir la función, también primordial e inescindible de la anterior, de “concluir en el principio que explique las contradicciones, incoherencias o lagunas (…)” (Bourdieu et al., 2008, p. 53) que resultan del “desafío imaginativo lanzado a los hechos”, es decir, de interrogar al mundo para que responda con base en nuestro punto de vista teórico.
Así, pues, la teoría construye el objeto de estudio, plantea una hipótesis –resulta de un “golpe de estado teórico” (Bourdieu et al., 2008, p. 79)– que debe ser corroborada mediante una investigación empírica, para lo que son necesarios una metodología y técnicas, elementos que dependen de la teoría.
No debemos confundir “métodos” con “técnicas”, ya que “los métodos se distinguen de las técnicas, por lo menos en que éstos son 'lo suficientemente generales como para tener valor en todas las ciencias o en un sector importante de ellas' (…)” (Bourdieu et al., 2008, p. 17). Ahora bien, ¿cuáles son sus respectivas características? Por un lado, la metodología no es un “decálogo de preceptos tecnológicos” que debamos seguir (a rajatabla) y que podamos trasladar a cualquier problemática teórica en cualquier disciplina científica. Antes bien, la metodología implica
“(…) la opción entre las técnicas (métricas o no) referentes a la significación epistemológica del tratamiento que las técnicas escogidas hacen experimentar al objeto y a la significación teórica de los problemas que se quieren plantear al objeto al cual se las aplica” (Bourdieu et al., 2008, p. 66, subrayado nuestro).
De esta manera, esa opción es una decisión reflexiva en vistas de la coherencia interna de las decisiones teórico-metodológicas de la construcción de conocimiento científico.
Por otro lado, las técnicas de producción de datos son “teorías en acto, en calidad de procedimientos de construcción, conscientes o inconscientes, de los hechos y de las relaciones entre los hechos” (Bourdieu et al., 2008, p. 66, subrayado nuestro), ya que “la técnica aparentemente más neutral contiene una teoría implícita de lo social (…)” (Bourdieu et al., 2008, p. 66, subrayado nuestro). Es conveniente tener presente que la teoría “construye” el objeto de investigación, ergo, las técnicas “producen” los datos. Las técnicas que se aplican en cada investigación deben guardar una relación lógica con los puntos de partida teóricos y con las decisiones metodológicas que se toman para construir los datos pertinentes.
Como dijimos anteriormente, la vigilancia epistemológica es una actitud reflexiva del investigador. En la perspectiva de Bourdieu, la reflexividad está ligada a la objetivación que produce la ruptura, pero solamente en tanto es el resultado del sujeto que construye conocimiento. En la breve conferencia de 1984 “Objetivar el sujeto objetivante” (Bourdieu, 1996), Bourdieu resalta la importancia de objetivar el punto de vista objetivante, que implica, por un lado, la posibilidad de “escapar aunque sea un poco al círculo historicista o sociologista” (Bourdieu, 1996, p. 98); y, por el otro, la necesidad de objetivar la posición del sujeto en el “universo de la producción cultural”, es decir, en el mundo universitario. En vista de ello, Bourdieu afirma que “para las ciencias sociales, el análisis sociológico de la producción del productor es imperativo” (Bourdieu, 1996, p. 101).
Asimismo, en una entrevista de 1990 Bourdieu sostiene que “es necesario analizar sociológicamente las condiciones sociales de producción de sus instrumentos de pensamiento” (Bourdieu, 2015, p. 64). En relación con ello, en un seminario dictado en Paris (Bourdieu y Wacquant, 2008), Bourdieu afirma que “Uno de los instrumentos más poderosos de ruptura yace en la historia social de los problemas, objetos e instrumentos de pensamiento (…)” (Bourdieu y Wacquant, 2008, p. 293).
Durante los encuentros en el Collège de France de 2000-2001 (Bourdieu, 2003), Bourdieu sostiene que la reflexividad implica “ejercer una forma específica de la vigilancia epistemológica” (Bourdieu, 2003, p. 155), en términos de un imperativo que debe generalizarse a fin de transformarse en una “ley común del campo” y, consecuentemente, de la comunidad científica. La reflexividad debe constituir el habitus científico para “actuar no ex post, sobre el opus operatum, sino a priori, sobre el modus operandi” (Bourdieu, 2003, p. 155), y “se prolonga en una auténtica crítica (en el sentido kantiano) de las condiciones sociales de posibilidad y de los límites de las formas de pensamiento” (Bourdieu, 2003, p. 157). En otros términos, se trata de objetivar el acto del sujeto de la objetivación, en tanto “tarea necesariamente colectiva” (Bourdieu, 2003, p. 164) de una comunidad científica que la ha incorporado como práctica “refleja”.
A partir de este muy breve recorrido, podemos constatar que la actitud de vigilancia epistemológica reflexiona sobre las condiciones objetivas del sujeto objetivante.
Reconstrucción
Más allá del acuerdo en lo que atañe a la postura de Bourdieu et al. respecto de la actitud de vigilancia epistemológica, nos detenemos en la afirmación que realizan los autores: “'El conocer —agrega Gastón Bachelard— debe evolucionar junto con lo conocido'. Lo que equivale a afirmar que es inútil buscar una lógica anterior y exterior a la historia de la ciencia que se está haciendo” (Bourdieu et al., 2008, p. 26, subrayado nuestro). Desde nuestro punto de vista, la vigilancia epistemológica puede extenderse no solamente al punto de vista objetivante, sino también a la reflexión crítica de teorías ya establecidas, sin abandonar la pretensión de explicitar las decisiones que se toman en el proceso actual de la construcción del conocimiento científico. Así, pues, consideramos válido hablar de reconstrucción, es decir, de una actitud reflexiva que indague “la ciencia que ya se ha hecho” a los fines de potenciar heurísticamente la “ciencia que se está haciendo”. Para ello, recurriremos, por un lado, a repasar la etimología de “reconstrucción” y, por otro lado, sus antecedentes principales.
Etimología
En tanto palabra, consideramos fundamental abocarnos al prefijo “re”, para dar cuenta de lo que supone el uso de aquella. Su procedencia del latín implica lo siguiente:
“re-, prefix. [dub.] Forms: red -before vowels and h on analogy of prod- (PRO-). With reduplicated forms syncopation occurs, e. g. reddo (for *1redido), repperi (for *repeperi). Vbl.2 prefix denoting movement back or in reverse (redeo, reuerto, reuoco), withdrawal (recondo, religo, reticeo), reversal of a previous process (refrigero, resoluo, retego), restoration (renouo, renualesco), response or opposition (rebello, redarguo, respondeo), separation (remoueo), repeated action (repeto, repleo)” (Oxford Latin Dictionary, 1968, p. 1578).
El uso del prefijo en forma verbal nos muestra que las acepciones posibles son que “denota movimiento hacia atrás o en reversa; retirada o retracción; reversión de un proceso previo; restauración, restablecimiento; respuesta u oposición; separación; acción repetida”.
Por su parte, el diccionario online de la Real Academia Española se refiere al prefijo en cuestión de la siguiente manera: “Re. Del lat. re-. 1. pref. Significa 'repetición'. Reconstruir. 2. pref. Significa 'detrás de' o 'hacia atrás'. Recámara, refluir. 3. pref. Denota 'intensificación'. Recargar, reseco. 4. pref. Indica 'oposición', 'resistencia' o 'negación'. Rechazar, repugnar, reprobar” (RAE, 2019, s/d).
Así, pues, re da cuenta de una operación –un “movimiento”– ligada a lo que está “detrás” o que ha sido “previo”, o bien que se “restablece” o se “repite”. Si nos detenemos en lo que implican las distintas acepciones, detectamos que el prefijo “re” da cuenta de un movimiento hacia lo que no está presente –en el pasado (“previo”) o no-frente-de o no-delante-de (“detrás”)– a los fines de restablecerlo, de repetirlo. El prefijo introduce la dimensión temporal o de la ausencia y la liga inextricablemente a la posibilidad de traer al presente o a la presencia.
En este punto, “traer a la presencia” algo que está detrás puede comprenderse o bien como aquello que se encuentra “olvidado”, y entonces esta acepción se entronca con la dimensión histórica; o bien como aquello que no está delante de la vista, y entonces la acepción puede conducirnos a una referencia empírica, acepción que difiere de lo que pretendemos significar.
Como hemos analizado previamente, la operación de construcción implica una actitud reflexiva continua, un punto de vista teórico explícito, distintas técnicas de objetivación que produzcan una ruptura, etc., para definir el objeto de estudio. Habida cuenta de ello, si añadimos el prefijo “re” (tal como su etimología nos informa) a “construcción”, entonces la operación que se fragua define, podríamos decir, un punto de vista a partir del cual restablecemos lo que ha ocurrido previamente. En otros términos, la re-construcción implica una actitud reflexiva acerca del movimiento por el cual restablecemos teóricamente (es decir, desde un punto de vista) lo que ha ocurrido previamente, es decir, se trata de una construcción de conocimiento historiográfico. Si revisamos las distintas vertientes teóricas, al menos dos autores de fuste han reflexionado sobre la reconstrucción: Lakatos y Habermas. Repasemos brevemente sus perspectivas.
La propuesta de Imre Lakatos
El término “reconstrucción” aparece con marcado protagonismo en la obra del epistemólogo húngaro Imre Lakatos, particularmente en su texto “La historia de la ciencia y sus reconstrucciones racionales” (1983b), publicado en 1971. Sin embargo, algunas de sus reflexiones suponen otro de sus trabajos, “La falsación y la Metodología de los Programas de Investigación Científica” (1983a), publicado en 1970, pero elaborado por Lakatos entre 1968 y 1969.
En este escrito, el autor se aboca a analizar reflexivamente el desarrollo del conocimiento científico. Lakatos sostiene que, al analizar la ciencia, no se inteligen científicos/as que propongan una teoría aislada que explique algunos hechos del mundo, y que solamente se ocupen de contrastarla (falsación) para, llegado el caso, descartarla (experimento crucial) y comenzar nuevamente el proceso; el cual está, claro, reglado por las relaciones lógicas (inferencias) entre las proposiciones teóricas y empíricas.
Antes bien, sostiene Lakatos, lo que ha ocurrido a lo largo de la historia de la ciencia es que los/las científicos/as han elaborado series de teorías (Programas de Investigación) o se han inscripto en algunas de ellas (las hay rivales, claro), para decidir metodológicamente qué elementos de aquéllas constituyen su punto de partida inamovible (centro firme), a partir del cual elaboran proposiciones teóricas sobre hechos del mundo (hipótesis auxiliares) que someten a contrastación. Llegado el caso, la hipótesis puede o bien resultar corroborada, y así añadir contenido empírico a la serie de teorías; o bien refutarse en el experimento, y así dejarse a un lado y/o revisarse para detectar el error (anomalía). Esta es la Metodología de los Programas de Investigación Científica (MPIC) que propone Lakatos.
Lakatos sostiene que la MPIC hace foco “[a] en la duradera rivalidad técnica y empírica de los principales programas de investigación, [b] en los desplazamientos progresivos y regresivos de las problemáticas y [c] en la victoria, que emerge lentamente de un programa sobre otro” (Lakatos, 1983b, p. 154, subrayado nuestro). La dimensión temporal cobra en Lakatos una importancia fundamental, y habilita una dicotomía entre la “historia interna” y la “historia externa” de los Programas. Mientras que la primera es “lo principal”, ya que se trata del ámbito propio de la “reconstrucción racional”, la segunda, por otro lado, es “secundaria” y, va de suyo, “no racional”. ¿Cómo define Lakatos, entonces, qué es “racional”? En sus palabras:
“Cada reconstrucción racional produce un patrón característico del crecimiento racional del conocimiento científico. Pero todas estas reconstrucciones normativas pueden requerir teorías empíricas externas para explicar los factores residuales no racionales. Pero la reconstrucción racional o historia interna es lo principal (…)” (Lakatos, 1983b, p. 154).
Si bien lo mencionamos anteriormente, ahora la cuestión cobra mayor precisión: la racionalidad científica se circunscribe, por un lado, a lo “normativo”; y, por otro lado, a lo que no es “teoría empírica”, que cae en el saco de la historia externa. Así, pues, lo que puede reconstruirse es el patrón normativo de la ciencia, lo que debemos entender como los puntos en común y de continuidad del conocimiento válido que construyen los/las científicos/as al momento de intervenir desde Programas rivales.
El conocimiento válido para Lakatos es aquel que responde al criterio de demarcación que propone para su MPIC:
“(…) una teoría es 'aceptable' o 'científica' sólo si tiene un exceso de contenido empírico corroborado con relación a su predecesora (o rival); esto es, sólo si conduce al descubrimiento de hechos nuevos. Esta condición puede descomponerse en dos apartados: que la nueva teoría tenga exceso de contenido empírico ('aceptabilidad1') y que una parte de ese exceso de contenido resulte verificado ('aceptabilidad2')” (Lakatos, 1983a, p. 46).
La rivalidad entre los Programas lleva al desarrollo del conocimiento científico, que distingue entre los Programas progresivos y los regresivos, ya sea teórica –si produce hipótesis auxiliares nuevas– como empíricamente –si las hipótesis auxiliares se corroboran–. El criterio de demarcación lakatosiano se distingue del popperiano en que no hay experimentos cruciales inmediatos, sino que se los puede identificar a partir de una reconstrucción histórica, ya que, por un lado, un Programa puede producir nuevas hipótesis y corroboraciones, que eviten una espiral regresiva de este; y, por otro lado, un Programa ya “eliminado” puede injertarse en otro o, incluso, reactivarse. Como es sabido, el criterio de demarcación de Popper es pertinente solamente para distinguir si una (sola y aislada) teoría es parte de la ciencia empírica o de la pseudociencia, lo que implica la deducción de enunciados observacionales (al menos uno por cada teoría o hipótesis) que puedan someterse a contrastación empírica, para saber si se corrobora de manera provisional o si se falsa definitivamente. Para Popper, la metodología implica una racionalidad específicamente lógica –de relaciones entre premisas–, es decir, que el procedimiento no da lugar más que a las inferencias que van desde la teoría o hipótesis propuesta al enunciado observacional y su contrastación con los hechos, y luego desde el resultado de esa contrastación hasta la teoría o hipótesis. En otras palabras, si la contrastación da como resultado la falsación, entonces estamos en presencia de un experimento crucial.
Desde nuestro punto de vista, aquí cobra visibilidad el punto nodal de la propuesta de Lakatos: por un lado, introduce la dimensión histórica; y, por otro lado, amplía la concepción de racionalidad de su maestro, ya que pasa de una racionalidad lógica a-histórica (que no habilita la decisión en tanto se basa en relaciones entre premisas de una sola teoría), a las decisiones metodológicas que se toman a lo largo de la historia de la rivalidad entre series de teorías. La racionalidad, entonces, se historiza y abarca la posibilidad de decisión de cada investigador/a de la comunidad científica. Cabe tener presente la magnitud de (algunas de) las decisiones: el centro firme (heurística negativa) nunca se somete a contrastación empírica, por decisión metodológica; la contrastación trilateral implica los hechos, la teoría explicativa y la teoría interpretativa, que supone un punto de vista que se decide y diferencia de otros; un experimento se significa como “crucial” a partir de una decisión metodológica, ya que
“(…) en los programas de investigación importantes siempre existen anomalías conocidas; normalmente el investigador las deja a un lado y sigue la heurística positiva del programa. En general concreta su atención en la heurística positiva más que en las anomalías que le distraen, confiando en que los 'casos recalcitrantes' se convertirán en ejemplos confirmados conforme progrese el programa” (Lakatos, 1983b, p. 163).
Lo mismo ocurre respecto de cuándo un Programa o una parte del mismo se injerta en otro, pese a haber estado olvidado debido a su condición regresiva en cierto momento de la competencia científica.
Si bien podemos afirmar que se trata de una clara ampliación de los criterios de racionalidad, una de las consecuencias es que, si con Popper las corroboraciones son provisionales, con Lakatos también lo son las falsaciones; si con el maestro vienés nunca estamos seguros/as del acierto, con el discípulo húngaro, además, tampoco estamos seguros/as nunca del error; solamente, de la rivalidad entre decisiones.
La reconstrucción racional de Lakatos, entonces, descansa en las decisiones que toma cada investigador/a en el avance del conocimiento durante la rivalidad entre Programas de Investigación Científica, en la historia interna y desde la perspectiva que asuma cada investigador/a en su Programa. En palabras de Lakatos:
“(…) el aspecto racional del crecimiento científico queda internamente explicado por la lógica de la investigación científica de cada uno. Sea cual sea el problema que desee resolver el historiador de la ciencia, deberá reconstruir, en primer lugar, la sección relevante del crecimiento científico; esto es, la sección relevante de la 'historia interna'. (…) qué cosas constituyan para él la historia interna dependerá de su filosofía tanto si es consciente de ese hecho como si no lo es” (Lakatos, 1983b, p. 154).
Las cuestiones que no pertenezcan a la historia interna no serán consideradas “racionales”; pero tampoco serán consideradas como racionales aquellas que el investigador no incluya como tales en su propio criterio selectivo, es decir, en su propia decisión: “(…) al construir la historia interna el historiador será muy selectivo; omitirá cuanto sea irracional a la luz de su teoría de la racionalidad” (Lakatos, 1983b, p. 155, subrayado nuestro).
Ahora bien, como sostiene Lakatos, “Es imposible una historia carente de algún 'principio' teórico” (Lakatos, 1983b, pp. 156-157), que implica una decisión de quien investiga. En este punto, “La historia de la ciencia es una historia de acontecimientos seleccionados e interpretados normativamente [en los marcos de pretensión de validez]” (Lakatos, 1983b, p. 157), es decir, “Cualquier historia es una reconstrucción de la historia, cargada de teorías y valores” (Lakatos, 1983b, pp. 157-158).
La historia externa, por su parte, es la que alude a las cuestiones de orden psicológico, sociológico, etc., es decir, aquellas que no pueden circunscribirse a la racionalidad normativa (que considera los criterios de validez) de las decisiones de los/las científicos/as. Sin embargo, Lakatos sostiene que tanto la Filosofía de la Ciencia como la Historia de la Ciencia deben ocuparse de ambas historias: interna y externa. Las reconstrucciones racionales de la ciencia que Lakatos propone están ligadas a las decisiones que los/las científicos/as han tomado durante el desarrollo del conocimiento científico en el marco de la rivalidad entre Programas.
Las reflexiones de Jürgen Habermas
El término que nos ocupa aparece en partes o tramos de algunos textos de Jürgen Habermas. Realizaremos un breve recorrido cronológico por aquellos para especificar sus usos.3
En el “Epílogo” de la edición de 1973 de Conocimiento e interés, Habermas retoma la cuestión de la operación reconstructiva: por un lado, para distinguirla de otras y así precisarla; por otro lado, para dar cuenta de su ámbito de injerencia. Habermas distingue reconstrucción de crítica, operaciones contenidas en la de reflexión. En otros términos, tanto una operación como otra son resultado de la reflexividad de quien investiga: mientras la crítica es una reflexión acerca del ámbito de la subjetividad, la reconstrucción da cuenta de una reflexión acerca de un sistema de reglas de distintos “objetos” que constituyen las “competencias” de los sujetos. Aquí “reconstrucción” implica una “actitud reflexiva” sobre un “sistema de reglas”: “(…) los sistemas de reglas trascendentales, es decir, los sistemas de reglas reconstruibles en una actitud reflexiva (…)” (Habermas, 1990, p. 308, subrayado nuestro).
La reconstrucción se ocupa (a) de “objetos”; (b) de los sistemas de reglas que los posibilitan y rigen; y (c) “de un know-how completamente correcto” que no tiene consecuencias prácticas. En este último punto, la reconstrucción se restringe solamente a cuestiones teóricas, incluidas las que se ocupan del ámbito moral.
A partir de la distinción entre reconstrucción y crítica, Habermas ubica determinadas ciencias en una u otra senda: entre las ciencias reconstructivas menciona, por ejemplo, la Lógica, la Lingüística General, la Filosofía Moral, la Pragmática Universal (creada por el propio Habermas), la Gramática Generativa (Noam Chomsky), el Estructuralismo Genético (Jean Piaget); mientras que en las ciencias críticas aparecen el Psicoanálisis (sobre todo Sigmund Freud) y la Teoría Social (Filosofía Social en el sentido de la Escuela de Frankfurt).4
Es importante tener presente que, para Habermas, ambos tipos de ciencias trabajan juntas, debido a que “para la reconstrucción de sistemas de reglas hace falta un impulso que provenga de los discursos mismos: una reflexión acerca de los presupuestos de los que hacemos uso siempre ya en el habla racional” (Habermas, 1990, p. 335). Por ejemplo, el recurso a argumentos reflexivos para lograr un acuerdo da cuenta del vínculo entre Teoría Social –crítica– y Pragmática Universal –reconstructiva–, ya que “una pragmática universal que aprehenda las condiciones de posibilidad de la comprensión lingüística es la base teórica para la explicación de comunicaciones sistemáticamente deformadas y de procesos de socialización aberrantes” (Habermas, 1990, pp. 335-336).
Ahora bien, en ese “Epílogo” Habermas también alude al debate entre Thomas S. Kuhn, Lakatos, Paul Feyerabend y Stephen Toulmin respecto de visibilizar la necesidad de avanzar en una “reconstrucción racional de la historia de la ciencia” de los contextos de descubrimiento y aplicación, no solamente del de justificación:
“(…) han surgido también nuevos frentes en el ámbito de la lengua inglesa a partir de la confrontación de la teoría de la ciencia con la historia de la ciencia. Dicha problemática, que parte de la dependencia de los enunciados observacionales con respecto a la teoría, se ha agudizado con la tesis de Kuhn acerca de la dependencia de las teorías mismas con respecto a los paradigmas. Las reacciones de Feyerabend, Lakatos y, especialmente, de Toulmin demuestran que la tarea de la reconstrucción racional de la historia de la ciencia no permite por más tiempo la renuncia cientifista al análisis lógico del contexto de aparición y contexto de aplicación de las teorías” (Habermas, 1990, p. 300).
La cita trae a cuento la dimensión histórica para la operación reconstructiva, lo que se da a entender al momento de pensar en los sistemas de reglas que constituyen las condiciones de la subjetividad, que, por definición, la preceden y conforman una argamasa histórica. La cita nos permite conectar el término como parte de un diálogo entre Lakatos y Habermas, por un lado, pero también porque la tarea de reconstruir racionalmente la historia es algo que el propio Habermas lleva adelante, ya que la tarea que se propuso realizar en el libro, una “crítica del cientificismo”, “(…) estribaba en la reconstrucción de la prehistoria del positivismo moderno, si se abordaba con la intención de recurrir a la fuerza analítica del recuerdo frente al proceso de represión en que está enraizado el cientifismo” (Habermas, 1990, p. 299, subrayado nuestro). En la “Introducción” a La reconstrucción del materialismo histórico, en 1976, Habermas alude a su objeto de estudio, el Materialismo Histórico, y el camino que va a desandar junto a él, es decir, su reconstrucción. En primer lugar, entonces, reconstruir implica desmontar una teoría, esto es, separar sus piezas y analizarlas, detenerse en sus elementos para reflexionar acerca de sus alcances, contradicciones, potencialidades, limitaciones, errores, etc.; y, en segundo lugar, conlleva recomponer la teoría en vistas de alcanzar “la meta que ella misma se ha impuesto”, debido a que su “capacidad estimulante” no se ha agotado. El presupuesto de este segundo paso de la reconstrucción es que los elementos de la teoría desmontada han sido sometidos a análisis, potenciados, etc., así como pueden haberse añadido elementos nuevos que mantengan la lógica interna de la teoría.
La “Introducción” cumple la función de organizar y vertebrar un conjunto de escritos, pero nos detendremos en el que le da nombre al libro: “La reconstrucción del materialismo histórico”. Por un lado, Habermas desmonta los conceptos de la teoría y, por otro lado, recurre a los desarrollos de otras ciencias (la Antropología, por ejemplo) para elaborar complementos, ampliaciones, aclaraciones, que se articulan con los presupuestos de la teoría para potenciarla y actualizarla. Esta es otra operación que implica la reconstrucción: recomponer la teoría vía ampliación de los conceptos; por un lado, mediante una actualización de los conocimientos que han tenido lugar en la disciplina en la que se inscribe la teoría y, por otro, mediante la interdisciplinariedad.
Aquí “reconstruir” está ligado explícitamente con “perfeccionar”, es decir, recomponer para modificar la teoría en vistas de lograr lo que se propone. A continuación, Habermas retoma la cuestión que aquí nos atañe en “¿Qué significa pragmática universal?”, texto publicado en 1976, en ocasión de un volumen editado por Karl Otto Apel, quien fue amigo y colega de Habermas, con el título de Sprachpragmatik und Philosophie. Este extenso artículo comienza con una definición respecto de la tarea de la Pragmática Universal: “La pragmática universal tiene como tarea identificar y reconstruir las condiciones universales del entendimiento posible” (Habermas, 1994, p. 299, subrayado nuestro).
Específicamente, en el apartado 3 del artículo, “Notas sobre las reconstrucciones racionales como procedimiento”, Habermas se aboca al procedimiento reconstructivo que lleva adelante a los fines de un análisis formal.
Habermas distingue entre la “observación” de una experiencia sensorial en solitario y la “comprensión” de una experiencia comunicativa como partícipe intersubjetivo. Si bien ambas experiencias tienen relación con la realidad perceptible, la primera es inmediata mientras que la segunda es mediata. A esta distinción, Habermas añade la que les corresponde entre “descripción” y “explicación de significados”.
Ahora bien, “tanto las descripciones como las explicaciones de significados pueden tener distinto alcance; pueden empezar en la superficie y penetrar hasta las estructuras subyacentes” (Habermas, 1994, p. 309); aunque el alcance de las explicaciones de significados depende “del saber acerca de las estructuras profundas de la realidad de los productos simbólicos generados conforme a reglas, productos que resultan accesibles a la comprensión” (Habermas, 1994, pp. 309-310). Y aquí Habermas introduce otra distinción en la explicación de significados: por un lado, la comprensión del contenido semántico de las expresiones, que navega sobre las “estructuras superficiales”; y, por otro lado, en el momento que aquella no llega a buen puerto es necesaria una actitud que se dirija hacia las “estructuras mismas por las que o mediante las que son generadas esas expresiones. El intérprete intenta entonces aclarar el significado de un producto simbólico recurriendo a reglas conforme a las que el autor ha tenido que producirlo” (Habermas, 1994, p. 310). Este cambio de actitudes es el que va, en una primera instancia, de la aplicación del saber intuitivo que un intérprete pone en juego para comprender las expresiones de un hablante, a la, en una segunda instancia, reconstrucción del dicho saber.
De esta manera, la actitud de reconstrucción se aboca a “descubrir las reglas conforme a las cuales ha sido producido (…) [el objeto de la comprensión]. Objeto de la comprensión no es ya el contenido de una expresión simbólica (…) sino la conciencia intuitiva de regla (…) que un hablante competente tiene de su lengua” (Habermas, 1994, p. 311, subrayado nuestro). Así, pues, se pasa de una comprensión del contenido a la “tarea de la comprensión reconstructiva, es decir, de la explicación de significados en el sentido de una reconstrucción racional de estructuras generativas que subyacen a la producción de formas simbólicas” (Habermas, 1994, p. 311, subrayado nuestro); la comprensión reconstructiva apunta a un saber preteórico, un saber “intuitivo acreditado”, que no es sino la competencia de reglas que un sujeto desempeña. Ahora bien, aquellas reglas implican un saber de tipo universal, es decir, que vale para la capacidad de la especie. Por ello, “Estas reconstrucciones pueden compararse en su alcance y en su status con teorías generales” (Habermas, 1994, p. 313). El siguiente apartado del texto lleva por título “Ciencia reconstructiva del lenguaje versus ciencia empírica del lenguaje”, y le sirve a Habermas para comparar ambas perspectivas de la ciencia del lenguaje, a los fines de ejemplificar cómo funciona “el procedimiento reconstructivo de las ciencias que transforman un saber preteórico (know how) que el sujeto competente domina en la práctica en un saber objetivo y explícito (know that)” (Habermas, 1994, p. 131, subrayado nuestro). La reconstrucción se ocupa de “datos” que tienen un nivel ontológico distinto del de la percepción, esto es, la conciencia de la regla que hace posible algo, un saber categorial (no particular). Esto implica que “las reconstrucciones racionales sólo pueden reflejar en un sentido esencialista el saber preteórico que hacen explícito; cuando son verdaderas tienen que corresponder exactamente a las reglas que operan en el ámbito objetual (…)” (Habermas, 1994, p. 315, subrayado nuestro). Habermas pretende que el procedimiento reconstructivo de su Pragmática Universal pueda cumplir con el programa kantiano y sus operaciones trascendentales. Es momento de detenernos en La lógica de las Ciencias Sociales. La primera edición data de 1970, del informe bibliográfico sobre “La lógica de las Ciencias Sociales”, que constituye el punto de partida de los textos compilados en este libro. Sin embargo, es preciso abocarnos al “Apéndice” del volumen Un fragmento (1977): Objetivismo en las Ciencias Sociales.
En primer lugar, Habermas define el alcance de la reconstrucción y su objeto: es “hipotética” –por lo que no puede ser concluyente y/o necesita de una corroboración posterior– y se aboca al “saber preteórico” –con lo que se remite a un saber que no se expone explícitamente–. Luego de esas pistas, Habermas compara la “tarea de interpretación” con lo que llama “reconstrucción racional”/“comprensión reconstructiva”: la reconstrucción es “racional”, por lo que, amén del guiño lakatosiano, da cuenta del avance de la racionalidad sobre dos terrenos. En primer lugar, el significado de “conceptos, criterios, reglas, esquemas, presupuestos, etc.” que se usan de manera intuitiva. En otros términos, el desempeño o la competencia que llevamos adelante cuando ponemos en definiciones el mundo mediante conceptos, acordamos con otros/as ciertos criterios, actuamos reglas, damos por presupuesto significados es objeto de la reconstrucción de aquellas, debido a que para dar cuenta de ellos se los debe debatir racionalmente, es decir, reflexivamente. En segundo lugar, el saber preteórico se sustenta en “componentes formales”, que no son objeto permanente de reflexión, sino que es la operación reconstructiva la que los ubica en ese sitio. En vista de ello, mientras la “interpretación” se aboca a los contenidos de cualquier tipo de manifestación, la “reconstrucción racional” apunta a las “estructuras” subyacentes que generan aquellos.
Ahora bien, si al comienzo del texto Habermas sostiene que la reconstrucción es hipotética, aquí aumenta la apuesta:
“Si el saber preteórico que ha de reconstruirse expresa una capacidad universal, una competencia (…) cognitiva, lingüística o interactiva de tipo universal, lo que empieza como explicación del significado acaba en una reconstrucción de competencias de la especie. Estas reconstrucciones pueden compararse en su alcance y en su status con teorías generales” (Habermas, 1996, pp. 502-503, subrayado nuestro).
En otros términos, la reconstrucción, de un carácter “hipotético” pasa a la posibilidad de compararse con una “teoría general”. Esto sucede debido a que la reconstrucción es un procedimiento, una metodología para trabajar sobre distintos objetos, y es en vista de las características de estos que puede variar el alcance de aquella.
Posteriormente, en Teoría de la Acción Comunicativa (TAC), publicado en 1981, Habermas también apela al término “reconstrucción” en reiteradas ocasiones. Revisemos detenidamente algunas. En vista de la elaboración de una Gran Teoría, Habermas debe habérselas con el problema de su fundamentación, cuestión que ya no puede darse desde una Filosofía Primera (respaldo ontológico) ni a través de las operaciones trascendentales de la conciencia en un sentido fuerte o estricto (respaldo a priori en los términos que definió Immanuel Kant). En este punto, el pensador alemán admite que debe fraguar una relación entre la Filosofía y las ciencias que permita las condiciones de aquella fundamentación: su Teoría de la Acción Comunicativa (Gran Teoría) se sostiene en la Pragmática Universal (PU) (ciencia), que procede metodológicamente de forma reconstructiva.
Aquí, “teoría reconstructiva” alude a lo que el enfoque metodológico reconstructivo supedita a un punto de vista teórico, en este caso vertebrado por la TAC y la PU. La reconstrucción apunta, por un lado, a la historia interna de la ciencia, es decir, a las decisiones y puntos de vista en torno a problemas; y, por el otro, a la “historia efectiva”, a los hechos sociales en relación con el quehacer científico. En ambos terrenos, la reconstrucción destaca y explica de manera sistemática.
La operación metodológica reconstructiva “ordena” y “clasifica” a los fines de establecer una dirección de los procesos históricos, es decir, los hechos acontecidos son puestos en relación para significarlos.
Sin embargo, podemos destacar otro terreno en el que la reconstrucción hunde sus raíces en el texto: el saber preteórico de los sujetos, que es el foco de la Pragmática Universal. Se trata de una reconstrucción hipotética que necesita contrastarse empíricamente con hablantes de distintas culturas, a fin de sostener la pretensión plausible de universalidad, lo que le proporcionaría un fundamento trascendental débil. Esta comprobación, habida cuenta del programa de la TAC, que opera como crítica superadora de la filosofía centrada en la conciencia/en el sujeto, es intersubjetiva. En otros términos, la reconstrucción hipotética y su corroboración la realizan los participantes de la interacción.
Finalmente, analizaremos una conferencia que Habermas pronunció en Berkeley en 1980, pero que fue publicada en 1983 en inglés con el título “Ciencias Sociales Reconstructivas vs. Comprensivas (Verstehende)”. El eje central del texto pasa por retomar debates en torno a la Hermenéutica (cuyo principal exponente fue Hans-Georg Gadamer) y la perspectiva crítica que elabora (y retoma) Habermas. En un primer momento, nuestro autor se propone centrarse en la especificidad de las ciencias hermenéuticas y diferenciarlas de las “no hermenéuticas”. En este caso, Habermas sostiene que se trata de una distinción metodológica entre las ciencias que se enfocan en la comprensión de las objetivaciones de significados en los procesos de comunicación, que implica las cuestiones atinentes a la interpretación y la actitud realizativa de parte de los intérpretes; y aquellas ciencias que, como todas, si bien se ocupan de problemas de interpretación, lo hacen en términos metateóricos y en actitud objetivante.
Habermas menciona disciplinas como la Lógica, la Metamatemática, la Teoría del Conocimiento y la Ciencia, la Lingüística, la Filosofía del Lenguaje, la Ética y la Estética. Según Habermas, tienen como objeto “el conocimiento preteórico y el dominio intuitivo de los sistemas normativos (…)” (Habermas, 1985, p. 45, subrayado nuestro) de sujetos capaces de lenguaje y acción. Ahora bien, aquellas ciencias llevan adelante reconstrucciones racionales que cumplen funciones críticas (explican casos desviados del habla y/o la acción), analíticas (para adoptar otras formas de construcción de lo que se somete a crítica) y de fundamentación del conocimiento teórico (que pretenda universalidad a través del análisis de condiciones de validez muy generales –a lo que, en otros textos, Habermas aludía como “trascendental débil” o para lo cual sugería la necesidad de considerar casos de diferentes culturas–).
En este punto, se abre el panorama a la relación entre la reconstrucción racional y su alcance hipotético, que implica una “relación de complementariedad”, sostiene Habermas, con el análisis empírico; relación que se define como “delicada” porque las reconstrucciones racionales explican cómo se logran las competencias del sujeto, la incorporación de instituciones y las desviaciones sistemáticas. Es necesario resaltar, de acuerdo con el derrotero que nos hemos propuesto, lo que sostiene Habermas en cuanto a la relación entre reconstrucción racional y análisis empírico: “Un ejemplo oportuno es el tipo no relativista de interrelación entre teoría de la ciencia e historia de la ciencia propuesto por Lakatos” (Habermas, 1985, p. 46, subrayado nuestro). Estas palabras nos sirven como datos para consolidar nuestro diálogo en el derrotero trazado.
Conclusiones
Es posible afirmar que, luego de recorrer las posturas de Lakatos y Habermas, podemos identificar elementos propicios para nuestro propósito: extender la actitud reflexiva de vigilancia epistemológica, así como las técnicas de objetivación que posibilitan la ruptura, hacia la ciencia ya hecha y la construcción de conocimiento historiográfico. Habida cuenta de ello, podremos ampliar de manera reflexiva las posibilidades que nos brindan Bourdieu et al.
Por un lado, en Habermas constatamos la relación con los debates en los que se inscribía Lakatos junto a Kuhn, Feyerabend, etc., en torno a las cuestiones sembradas (aunque no solamente) por Popper. Si bien Habermas se ocupa de Popper, nos interesa resaltar ese diálogo con Lakatos: de forma explícita cuando habla de reconstrucciones racionales y cuando ejemplifica con la relación entre historia de la ciencia y filosofía de la ciencia en Lakatos; de forma alusiva, al momento de citar y/o sugerir la lectura de los textos de los autores mencionados; de forma propositiva en tanto sostiene que la reconstrucción racional de la ciencia debe ampliarse a los contextos de descubrimiento y de aplicación; de forma implícita, al momento de hablar de “programas” y de “teorías que se insertan”.
Por otro lado, en Lakatos damos con la reconstrucción racional de la historia interna de la ciencia, es decir, con la reconstrucción de las decisiones metodológicas que toma la comunidad científica durante el desarrollo del conocimiento. La racionalidad abarca los criterios de selección e interpretación normativa de los hechos históricos en términos de decisiones metodológicas. Cada reconstrucción histórica supone “teorías y valores”, por lo que la operación reconstructiva obedece a un punto de vista teórico que debe explicitarse: la reconstrucción es claramente una metodología. En este punto, queda manifiesta la afinidad de Bourdieu et al. con Lakatos: la actitud de vigilancia epistemológica implica la reflexividad para objetivar y explicitar las decisiones que se toman.
Es necesario tener presente que para Lakatos la historia interna es la única que puede reconstruirse racionalmente; y que requiere de “teorías empíricas” para explicar aquellos factores que, desde su perspectiva, son “no racionales”.
Además, en Habermas debemos mencionar varias cuestiones. En primer lugar, el pensador alemán se ocupa de distinguir la reconstrucción de la autorreflexión/crítica, ya que ambos procedimientos están contenidos en la operación de reflexión sostenida en el idealismo alemán. La reconstrucción es reflexiva y su ámbito de injerencia son los sistemas de reglas anónimos que constituyen las competencias de los sujetos, el saber intuitivo que se adquiere. Asimismo, también distingue la reconstrucción del análisis de contenido o empírico, con el cual tiene una “relación delicada” y que Habermas ejemplifica con Lakatos (filosofía de la ciencia e historia de la ciencia). Esta relación da cuenta del alcance hipotético de toda reconstrucción. En segundo lugar, en el momento en que Habermas se propone realizar la “reconstrucción de la prehistoria del positivismo” da cuenta del alcance de la reconstrucción hasta la dimensión histórica. Este ámbito de injerencia de la reconstrucción es el de la historia interna de la ciencia, pero también el de la “historia efectiva”, es decir, externa. La reconstrucción racional se aboca a ordenar, clasificar, esquematizar los hechos, a los fines de permitir el libre movimiento del pensamiento. En tercer lugar, la reconstrucción racional es una actitud metodológica específica que se dirige al saber preteórico, es decir, a reconstruir sistemáticamente los sistemas/estructuras de reglas y normas que subyacen al desempeño de sujetos capaces de lenguaje y acción. Este procedimiento reconstructivo transforma aquel saber preteórico o know how en un “saber objetivo y explícito” o know that. En cuarto lugar, la reconstrucción racional cumple tres funciones: crítica, analítica (para cambiar la construcción) y de fundamentación del conocimiento teórico. En quinto lugar, la reconstrucción es una operación que procede en dos pasos: desmonta una teoría y la recompone para que alcance lo que se había propuesto en su gestación. El análisis de los componentes de una teoría no solamente se hace en los términos reflexivos de la misma teoría para detectar y eliminar los errores, sino que también es válido el recurso interdisciplinar. La reconstrucción perfecciona la teoría sobre la que trabaja.
En resumidas cuentas, la actitud reflexiva de vigilancia epistemológica –circunscripta por Bourdieu et al. a la “ciencia que se está haciendo”– puede ampliarse en vista de las decisiones metodológicas que las operaciones de reconstrucción dirigen hacia las teorías, para desmontarlas y ensamblarlas, perfeccionándolas, así como a la dimensión histórica de las que provienen, para arrojar luz sobre las decisiones de la comunidad científica y las condiciones sociales de nacimiento. De esta forma, si para realizar la ruptura Bourdieu sostiene que es necesario recurrir a “la historia social de los problemas, objetos e instrumentos de pensamiento” (Bourdieu y Wacquant, 2008, p. 293), así como a la crítica “de las condiciones sociales de posibilidad y de los límites de las formas de pensamiento” (Bourdieu, 2003, p. 157), lo que implica centrarse en el investigador, entonces la operación de reconstrucción amplía la reflexividad hacia el conocimiento científico ya hecho.
Referencias
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Notas
1 En Oxford Latin Dictionary, * indica una palabra hipotética o una palabra que ya no existe.
2 En Oxford Latin Dictionary, “Vbl.” es la abreviatura de verbal.
3 Seguimos el orden en el que Habermas elabora cada texto, lo que no necesariamente coincide con la fecha de publicación, tanto en el idioma original como en la traducción al nuestro.
4 Respecto de esta tradición, cf. Jay, M. (1989). La génesis de la Teoría Crítica. En La imaginación dialéctica (pp. 83-146); Honneth, A. (2011). 2. Patologías de lo social: tradición y actualidad de la Filosofía Social y 3. La dinámica social del desprecio: hacia una ubicación de una Teoría Crítica de la sociedad. En La sociedad del desprecio (pp. 75-126 y 127-145). Madrid: Trotta. Los textos de Honneth también están compilados en el volumen (2009) Crítica del agravio moral. Patologías de la sociedad contemporánea. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica de Argentina y Universidad Autónoma Metropolitana de México.
Recepción: 30 Junio 2023
Aprobación: 04 Noviembre 2023
Publicación: 01 Diciembre 2023