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Acerca del proceso de investigación. Aprendizajes para construir un problema de investigación, avanzar en el trabajo de campo y redactar una tesis sin morir en el intento
Resumen: El artículo reflexiona y aporta aprendizajes acerca del proceso de investigación, desde la formulación del problema hasta su materialización en formato tesis. Se analiza el proceso de construcción de un problema de investigación, considerando el complejo vínculo entre lo teórico y lo empírico y las reformulaciones que este supone. También, se repasan algunos errores y lugares comunes en los que se suele caer en las primeras formulaciones del problema. A su vez, se indagan las potencialidades y características del trabajo de campo con fuentes históricas y entrevistas y el proceso de escritura que este tipo de fuentes suponen. Se busca aportar aprendizajes y elaborar consejos para el desarrollo de un proceso de investigación y su materialización en el formato tesis, nutriéndose de técnicas y perspectivas de diversas disciplinas.
Palabras clave: Problema de investigación, Tesis , Fuentes históricas, Entrevistas, Trabajo de campo.
On research process. Learnings to build a research problem, progress on fieldwork and write a thesis without dying in the attempt
Abstract: The article reflects on the research process, from the formulation of the problem to its materialization in a thesis format. The process of constructing a research problem is analyzed, considering the complex link between the theoretical and the empirical and the reformulations that it supposes. It also analyzes some usual mistakes and common places in the first formulations of the problem. In turn, the article deepens on the potentialities and characteristics of the field work with historical sources and interviews and the writing process that these types of sources suppose. The article seeks to provide learnings and develop advice for the development of a research process and its materialization in thesis format, nurturing from techniques and perspectives from various disciplines.
Keywords: Research problem, Thesis , Historical sources, Interviews , Field work.
1. Introducción
En plena realización de una entrevista, uno de mis entrevistados, ya doctorado, me dijo que una tesis era como un médano: se veían las huellas de entrada y las huellas de salida, pero no había ningún registro de lo que sucedía en el medio. Cuando me estaba despidiendo, me recordó la metáfora del médano, y me recomendó que no me pierda allí, ya que muchos no encontraban la salida.
El proceso de investigación que culmina con la materialización de una tesis de grado, maestría o doctorado se caracteriza por ser sinuoso, desorientador y un tanto opaco, un poco como caminar en un médano. Se trata de un proceso de complejas tomas de decisiones, que pueden ser más o menos conscientes, más o menos explícitas. Si bien leer manuales de metodología o experiencias ajenas no nos blinda de la posibilidad de cometer errores, perdernos por el camino o incluso tener la sensación de caminar en círculos sí nos permite transitar este proceso un poco más armados de herramientas teórico-metodológicas y conscientes de las implicancias de nuestras propias decisiones.
Tal como señalan Wainerman (2001) y Becker (2009), las reflexiones sobre la práctica de la investigación científica son un modo fructífero de transmitir el oficio de la investigación1. Así, siguiendo el esquema propuesto por Wainerman y Sautu (2001) en “La trastienda de la investigación”, buscaré reconstruir los avatares del proceso de investigación que culminó con mi tesis de doctorado, para intentar transmitir a partir de esa experiencia algunas reflexiones y aprendizajes surgidos en esa práctica específica . Cada proceso es único y sumamente artesanal. La disciplina de la que provenimos, el campo problemático en que nos insertamos y los vínculos con nuestros directores y con el marco institucional suponen una serie de especificidades que van cincelando nuestra mirada. Sin embargo, hay algunos lugares comunes en los que muchos investigadores en formación solemos caer. La intención de este texto es visibilizar lo más posible este proceso de toma de decisiones –con todas sus idas y vueltas, errores, lugares comunes y aprendizajes–, con el objetivo de que la socialización de esta experiencia contribuya a iluminar posibles vías y alternativas atractivas para transitar una investigación y la construcción de una tesis. En definitiva, el objetivo es que el trabajo contribuya a hacer visible y más llevadero el camino que nos conduce a atravesar el médano.
En esta línea, si bien se dialoga a lo largo del texto con bibliografía de metodología y escritura de tesis, no busco abonar esta línea de trabajos, sino sumar reflexiones a partir de las vicisitudes, obstáculos y aprendizajes de una experiencia concreta2. En este sentido también, se trata de un relato en primera persona “una voz capaz de definir posiciones de investigación singulares: un hilo que siga las íntimas vacilaciones y tomas de partido que traman un camino” (Caimari, 2017, p. 19). Así, avanzaré a partir de esta experiencia particular sobre diversos interrogantes que surgen en el proceso de construcción de una tesis: ¿cómo se construye un problema de investigación? ¿Cómo se articulan elementos teóricos y empíricos? ¿Qué cuidados debemos tener al usar teoría construida en otros contextos? ¿Cómo podemos nutrirnos de otras disciplinas? ¿De qué modo podemos conseguir fuentes y cómo debemos trabajarlas? ¿Cómo es el proceso de redacción de una tesis?
Los interrogantes son muchos y pretenden abordar diversas aristas del proceso de investigación.
Esta presentación consta de siete secciones, contando esta introducción. En la siguiente sección, relato mis primeros contactos con el tema de investigación, la formulación inicial del problema, los desajustes que fui encontrando entre la bibliografía que leía y mi trabajo de campo, y las reformulaciones al problema de investigación. En la tercera sección, doy cuenta de los aprendizajes a partir de este ida y vuelta entre la teoría y la empiria, en particular en lo referente a ciertos cuidados en el uso de la teoría general y las contextualizaciones. La cuarta sección refiere a los aprendizajes y ajustes realizados a partir de tomar contacto con otras perspectivas disciplinares, como la historia y el análisis de políticas públicas, que me permitieron corregir ciertos “lugares comunes” en los que había caído. La quinta sección relata algunas instancias del trabajo de campo ligado a conseguir fuentes documentales y entrevistas. La sexta sección avanza sobre el proceso de redacción de la tesis y algunos cuidados al respecto. Por último, realizo algunas reflexiones finales que pretenden sintetizar las cuestiones centrales de este trabajo.
2. Los primeros interrogantes: construyendo el problema en el ida y vuelta entre lo teórico y lo empírico
2.1. El origen de los interrogantes: las primeras lecturas
El primer acercamiento a los estudios urbanos se produjo cuando cursé Sociología urbana, en el último tramo de la carrera de Sociología en la Universidad de Buenos Aires. La bibliografía tenía numerosos trabajos que abordaban las transformaciones sufridas por la ciudad en las últimas décadas (con particular énfasis a partir de los noventa), y que vinculaban estas transformaciones a procesos globales de cambio y a la presencia del capital transnacional como actor protagónico. En este tipo de trabajos se dicotomizaba al espacio en ámbitos transformados, ligados a procesos globales, a ámbitos pauperizados o en decadencia.
En particular, me resultó muy sugerente un texto que hablaba de los espacios públicos como ámbitos de aprendizaje e intercambio entre grupos sociales heterogéneos y afirmaba que estos espacios se estaban perdiendo. Comencé a leer bastante bibliografía sobre los espacios públicos, que –luego de señalar sus cualidades benéficas para la democracia inspirándose en las reflexiones de Habermas y/ o de Arendt sobre la esfera pública– indicaba que en la actualidad esos espacios estaban degradándose o desapareciendo.
A partir de estas inquietudes, me interesó analizar el uso de los espacios públicos: qué grupos sociales los utilizaban y de qué modos. Buscaba identificar estos procesos de degradación o abandono de los espacios públicos, ligados a transformaciones más generales de la ciudad. Enmarqué el estudio en la zona sur de la ciudad, porque el equipo de investigación que integraba analizaba ese sector. Dentro de la zona sur seleccioné el barrio de Mataderos por sugerencia de una investigadora del grupo. El objetivo general de mi primer proyecto era identificar y caracterizar las transformaciones que ha sufrido el espacio público de la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires en los últimos años; avanzando, en particular, en el análisis de las formas que adquiere la sociabilidad entre grupos sociales heterogéneos en dichos espacios.
Comencé por seleccionar un espacio público (el Parque Alberdi del barrio de Mataderos) y hacer observación participante para ver quiénes iban al parque, cómo se utilizaba, si esto variaba según la hora y la zona del parque, y otras cuestiones. Mis primeras observaciones indicaban que las mujeres utilizaban el parque de un modo distinto que los hombres, que había personas que tenían un sentido de apropiación del parque y que rápidamente me identificaron como una extraña, etc.
2.2. Los desajustes: el tortuoso vínculo entre la teoría y el trabajo de campo
A medida que avanzaba en mi trabajo de campo, mientras realizaba observaciones y entrevistas comencé a replantear mis interrogantes iniciales.
Por un lado, percibí un profundo desajuste entre la bibliografía que había leído sobre transformaciones en las ciudades ligadas a la globalización y mi trabajo de campo realizado en el barrio. Esta instancia de contraste entre las “imágenes iniciales” y los avances empíricos resulta fundamental, tal como señala Becker (2009). Todo trabajo de investigación comienza con nociones acerca del objeto estudiado, producto del conocimiento de sentido común o de la bibliografía canónica respecto a esa cuestión. Sin embargo, resulta imprescindible contrastar estas imágenes con lo que los datos nos informan3.
En el caso de Mataderos, yo observaba más continuidades que cambios. A su vez, las transformaciones que observaba no respondían a los períodos privilegiados por la literatura (que hacían énfasis en los noventa como punto de corte) ni respondían a los actores trasnacionales, sino más bien a actores locales. Es decir, Mataderos no cuadraba adecuadamente en ninguna de las matrices de análisis que dicotomizaban al espacio urbano entre espacios renovados y vinculados estrechamente al capital internacional, y espacios absolutamente relegados y empobrecidos.
A su vez, la lectura de bibliografía muy teórica que habitualmente se utiliza de modo laxo para pensar el espacio público (autores como Habermas y Arendt) conducía a una mirada muy normativa y deshistorizada sobre el espacio público, que nada tenía que ver con aquello que observaba en un parque en Mataderos.
En paralelo comencé a leer investigaciones más cercanas al tipo de trabajo empírico que estaba realizando. Estos trabajos (etnografías de los espacios públicos) tenían marcos teóricos muy atractivos, pero en su desarrollo y hallazgos me parecían poco interesantes. Así, llegué a la conclusión de que no era el tipo de trabajo que quería realizar.
Por último, el propio trabajo de campo me fue conduciendo a nuevos interrogantes:
Respecto a las transformaciones acerca de las que venía leyendo, podía pensarse que el parque Alberdi mismo era una transformación relativamente reciente, ya que había sido construido en 1980. Comencé a interesarme por el período de la dictadura, en el que se construyeron muchísimas plazas y parques. Resultaba sugerente pensar qué clase de equipamiento venían a reemplazar; es decir, qué usos del suelo había antes allí. Me llamó la atención que en el lugar donde se ubicaba el parque estuviera emplazado previamente el Frigorífico Lisandro de la Torre, que alguna vez había sido una institución central del barrio y además tenía una historia muy importante ligada a la resistencia peronista. A su vez, el diseño mismo del Parque Alberdi me generaba cierta intriga, en tanto resultaba un paisaje particular, con desniveles, fuentes, anfiteatro, etc. Me preguntaba cuándo y cómo se reemplazó al Frigorífico por ese parque, qué actores habían apoyado esa transformación, quién la había impulsado, quién se había opuesto. La gran pregunta que surgía era: ¿Cómo se había conformado ese lugar?
Al indagar la conformación del parque tomé contacto con bibliografía y fuentes que indicaban la gran cantidad de intervenciones que hubo en dictadura; eso despertó mi atención respecto a procesos políticos más locales y el modo en que se intervino en las últimas décadas.
Por otra parte, al indagar la historia del barrio, a partir de entrevistas con vecinos y del análisis de las instituciones más importantes, comencé a preguntarme por la fuerte presencia del Mercado de Hacienda (que se encuentra pegado al Parque Alberdi): fuerte en términos físicos, en tanto ocupa 32 hectáreas, y fuerte en términos sociales, ya que en algún momento fue eje económico y social del barrio. Si bien el Mercado trabajaba de modo articulado con el frigorífico, éste fue demolido y el Mercado no. Muchos vecinos señalaron la inconveniencia de que el Mercado estuviera en el barrio y el anacronismo que representaba en términos económicos y en términos urbanos. Eso también disparó ciertas preguntas: ¿Por qué el frigorífico había sido cerrado y por qué el Mercado permanecía en pie? ¿Tenía que ver con las funcionalidades económicas de cada uno, con los actores sociales involucrados, con la voluntad política?
A partir de estos interrogantes, que se vinculaban más con reconstruir la historia de estos procesos, fui modificando las preguntas iniciales. Es decir, mi problema de investigación fue variando en un proceso de diálogo entre inquietudes teóricas ligadas a la bibliografía que iba leyendo y el contacto con diversas fuentes (conversaciones y entrevistas con vecinos del barrio y con referentes de organizaciones, notas periodísticas, observaciones, documentos).
Finalmente, luego de un recorrido más extenso y zigzagueante, decidí analizar los modos de intervenir el espacio urbano y sus reformulaciones en las últimas décadas a partir de dos procesos de gran envergadura: los múltiples (y frustrados) intentos de trasladar al Mercado de Hacienda fuera de los límites de la ciudad de Buenos Aires, y de modo secundario y vinculado, el desmantelamiento del frigorífico Lisandro de la Torre, su demolición y el destino posterior del predio. Las decisiones de desmantelar, demoler y vender el frigorífico y trasladar el Mercado fuera de la Capital fueron tomadas a poco de asumir la última dictadura militar, sin embargo, mientras una se llevó adelante velozmente, la otra no llegó a concretarse. Ambas entidades trabajaban de modo asociado, en una franja de cerca de cincuenta y dos hectáreas en el barrio de Mataderos. Me interesaba sobre todo analizar las concepciones y los modos en que distintas reparticiones estatales intervenían en la ciudad de Buenos Aires, la forma en que estas concepciones y modos de intervenir fueron variando a lo largo del tiempo, y sus complejos y contradictorios efectos materiales sobre la ciudad.
Esta nueva construcción del problema de investigación tenía fuertes implicancias:
En lugar de partir de efectos y transformaciones, partí de concepciones y modos de intervención, para intentar, de este modo, evitar una mirada teleológica.
En lugar de tomar actores transnacionales me interesó ver el rol de los actores locales (según mis primeras averiguaciones, ellos eran los protagonistas tanto de las transformaciones como de las continuidades).
En lugar de partir de una escala global para explicar procesos locales, partí de una escala local para comprender procesos de esa escala.
En lugar de tomar como punto de quiebre la década del noventa, decidí tomar un período más amplio, para historizar más adecuadamente, señalar continuidades y rupturas y matizar las novedades.
La atención sobre actores locales y procesos políticos me permitió relativizar las traducciones lineales entre procesos económicos y urbanos que suelen darse en la literatura de estudios urbanos.
3. Algunos aprendizajes en el proceso de construcción del problema de investigación
Este relato me permite señalar algunos aprendizajes sobre la construcción del problema de investigación.
Una primera cuestión se relaciona con comprender que un problema de investigación es una construcción realizada por el investigador. Si bien parece una obviedad que repetimos desde nuestro más temprano contacto con la materia de metodología, no es tan sencillo aprehender esto con todo su peso. Todos los cambios implicados en la segunda construcción del problema de investigación eran cambios teórico-metodológicos, es decir, cambios en mi perspectiva, que supusieron una construcción muy distinta del problema de investigación. Los inconvenientes, defectos y también las virtudes que pueda tener el problema no son intrínsecas al tema mismo o al referente empírico que estoy indagando, sino que tienen que ver con el modo que se formula y el grado de conocimiento sobre el tema. Es decir, esos defectos y virtudes tienen más que ver con el modo en que interpelo teóricamente a determinado referente empírico. En muchas oportunidades comenzamos una investigación planteando cuestiones de sentido común académico y luego advertimos que esos planteos son incorrectos. Esto no implica que haya que “abandonar” el tema o cambiar de referente empírico, sino que debe reformularse en términos más adecuados, interrogar desde otro lugar. Es importante comprender, además, que no es lo mismo el objeto/referente empírico que el problema de investigación (aunque a veces es más cómodo refugiarse en el objeto porque no tenemos claro el problema). Por ejemplo, cuando nos preguntan cuál es nuestro problema de investigación y respondemos que estamos investigando la asignación universal por hijo, las cárceles o los inmigrantes latinoamericanos, estamos confundiendo al referente empírico con el problema de investigación.
En segundo término, resulta importante considerar los peligros de transpolar procesos relatados por cierta bibliografía a la realidad local y actual. ¿Es pertinente trasladar todo al presente y a nuestra propia realidad/objeto de estudio? La bibliografía que leía como novedosa acerca de la ciudad global databa de comienzos de la década del noventa, o de la del ochenta, y estaba pensada para otras ciudades. Existen ciertos riesgos en forzar la bibliografía para que hable del objeto que a nosotros nos interesa, o atribuirle al objeto características que se ajusten a esa bibliografía. Hay que estar permeables a ver que el objeto, en muchas oportunidades, nos está dando señales que no se ajustan con la bibliografía. Existe el peligro de desatender esas señales y de construir una tesis con una brecha entre el marco teórico y nuestros hallazgos empíricos.
En tercer lugar, y vinculado a esto último, también requiere cuidados y precauciones la utilización de bibliografía teórica con alto nivel de abstracción a recortes empíricos concretos. Por ejemplo, el uso de Habermas y Arendt para pensar un parque en Mataderos era francamente inadecuado. Estos autores estaban interviniendo en discusiones filosóficas, no históricas y menos aún urbanas. El resultado era una mirada normativa sobre mi objeto, puesto que, al partir de reflexiones filosóficas, estimaba que el espacio público debía ser un espacio para la heterogeneidad, la democracia, etc., y, al mirar la realidad, ”medía” cuánto ese objeto se ajustaba a mi conceptualización. Es decir, estaba operando en el sentido inverso de la perspectiva cualitativa que yo decía sostener metodológicamente. El mal uso de las categorías teóricas, su aplicación lineal a realidades concretas sin las mediaciones correspondientes y las miradas normativas acerca de qué características debería tener el objeto, son errores más que comunes en los primeros pasos.
Otro peligro común se vincula con el uso y abuso de categorías grandilocuentes u omniexplicativas (globalización, neoliberalismo). El uso de categorías de modo reificado –que resultan cómodas porque ayudan a simplificar procesos complejos, sintetizan determinado contexto, o contribuyen a dar un marco general a partir del cual abordar mi objeto– puede resultar contraproducente. En ocasiones, por el modo en que son usadas, esas categorías suelen obturar el pensamiento más que abrirlo, clausurar la reflexión en lugar de habilitarla. La popularidad de estas categorías se monta justamente en sus ambigüedades. En términos de Bourdieu: “Las grandes profecías son polisémicas. Es una de sus virtudes, y es por ello que atraviesan los lugares, los momentos, las edades, las generaciones” (Bourdieu, 1990, p. 164). Hay que tomarse el trabajo de deconstruir, desandar ciertos lugares comunes y evaluar en qué medida es necesario apoyarse en esos grandes conceptos para avanzar con la argumentación. A su vez, en caso de utilizar estas categorías, corresponde ser precisos y definir el sentido que le daremos en nuestro trabajo. Tal como señalan autores tan disímiles como Eco (1977) y Sautú, Boniolo et al. (2005) resulta fundamental definir con precisión los conceptos que utilizamos en nuestro trabajo4.
Otra cuestión relevante y muy relacionada con las anteriores tiene que ver con los campos problemáticos con los que se busca dialogar. Es necesario evaluar quiénes van a ser los interlocutores –y, más adelante, los eventuales evaluadores de tesis–, y qué clase de bibliografía sustantiva resulta útil para avanzar con el trabajo. En mi caso comencé con bibliografía muy general acerca de la ciudad global y las transformaciones en la ciudad ligadas al neoliberalismo. Luego pasé a bibliografía teórica acerca de la esfera pública. Al comenzar el análisis concreto de los casos, la bibliografía que me resultó útil fue la historia urbana y el análisis de políticas públicas. De hecho, ésta es la bibliografía que efectivamente utilicé en la tesis y esos autores se convirtieron en mis interlocutores. Ver bibliografía más cercana (lo que Sautu [2005] desarrolla como teoría sustantiva) otorga herramientas teórico-metodológicas realmente útiles para avanzar con el trabajo, y, también, permite advertir qué clase de trabajo se busca producir. Cuanto antes uno comienza a leer bibliografía sustantiva, más consciencia se tendrá del tipo de trabajo que nos gustaría producir, las vacancias temáticas y las discusiones que atraviesan al campo problemático.
4. Acerca de novedades, periodizaciones y escalas: algunos aprendizajes a partir de la perspectiva histórica
La reformulación del problema de investigación se fue dando en un ida y vuelta entre el trabajo de campo (que se fue volviendo cada vez más histórico, con fuentes) y la lectura de bibliografía. En este proceso fui acercándome cada vez más a investigaciones de historia reciente, producida por historiadores. Este contacto me permitió advertir ciertos lugares comunes en los que caemos quienes provenimos de las ciencias sociales:
4.1 La retórica de la novedad
Uno de los argumentos comunes a la hora de interesarse por un tema o de justificar su relevancia se vincula con atribuir a mi objeto características novedosas y distintivas respecto a lo que ocurría antes. La retórica de la novedad es por demás común en el universo académico. Pero, ¿en qué sentido el proceso que observamos es novedoso? ¿Cuánto hay de continuidad y cuánto de ruptura? ¿Desde cuándo existe ese proceso? ¿Qué tiene de distinto con el pasado? ¿A qué pasado nos referimos? ¿En qué medida no caemos en una mera “retórica de la novedad”? No hay que confundir aquello que resulta novedoso para nosotros, que estamos comenzando a investigar un tema, con aquello que resulta novedoso en tanto supone rupturas o cambios respecto al pasado.
4.2 La mirada nostálgica
Relacionado con el punto anterior, está el vicio de la mirada nostálgica/ deshistorizada. No sólo el proceso que analizamos es novedoso, sino que el proceso describe cierto pasaje, generalmente negativo, de una situación inicial óptima a una actualidad degradada. El clásico y atractivo latiguillo de “la crisis de” se vincula con este discurso. El problema está cuando intentamos llevar esa reflexión a procesos concretos. ¿Cuándo esa situación fue distinta o mejor?, ¿En dónde?, ¿En qué sentido? ¿Respecto a qué? Si el espacio público está en crisis, se está perdiendo o degradando, ¿cuándo había sido mejor? ¿En algún momento existió ese espacio público inclusivo/democrático o era una construcción teórica? Si afirmo que la ciudad se está dualizando, debo probar que antes no era tan dual; si digo que los partidos políticos están en crisis, ¿qué definición de partido político estoy tomando para señalar que su estado actual es crítico? ¿Alguna vez los partidos políticos cumplieron con todas las condiciones “ideales” que ahora veo en crisis? Debo ser cuidadoso y señalar con claridad cuáles son los referentes históricos (el antes) a partir de los cuales señalo el advenimiento de determinado proceso. Y no debo confundir un “tipo ideal” con un referente histórico –volviendo al ejemplo de la esfera pública habermasiana5–. Además, en el marco de las ciencias sociales, solemos trabajar con procesos en permanente metamorfosis. Según la periodización considerada, algunas cuestiones que parecen en “crisis” pueden, en realidad, estar sufriendo procesos de cambio que les son característicos. Un ejemplo atractivo de este ejercicio de “redimensionamiento” de las ideas de crisis y metamorfosis que aparece en el texto de Pousadela (2004).
4.3. El desajuste entre la metodología y aquello que quiero investigar
Muchas veces, se plantea el estudio de cambios, transformaciones, procesos. Si bien parece más atractivo dar cuenta de un proceso que limitarse a indagar una situación puntual, el estudio de procesos, cambios o transformaciones requiere determinado abordaje metodológico y determinadas técnicas de recolección de datos. Si quiero dar cuenta de un proceso, no puedo limitarme a utilizar metodologías que capturan sólo el “ahora”. Wainerman (2001) se refiere a esta cuestión como uno de los errores más frecuentes entre quienes se inician en la investigación: el “divorcio esquizofrénico entre el marco teórico, generalmente una teoría totalizadora, de gran complejidad y abstracción, y el diseño metodológico” (p. 28). Sautú, Boniolo et al. (2005) también señalan la centralidad de la coherencia entre el marco teórico y las estrategias metodológicas en sus recomendaciones.
Si volvemos a mis planteos iniciales, no se puede investigar cómo el espacio público cambió o se fue degradando a partir de la realización de observaciones participantes en parques y plazas. Esta técnica sólo me mostrará cómo se utilizan ahora estos espacios, pero nada me dirá del pasado. Incluso, si realizo entrevistas, y pregunto a mis entrevistados cómo era determinada situación antes, lo que estaría captando sería el recuerdo de mis entrevistados, el modo en que ellos reconstruyen el pasado, que es distinto de captar un proceso de cambio. En este sentido, es fundamental la coherencia entre los objetivos de mi investigación y el abordaje metodológico.
4.4. Las periodizaciones aplanadoras
La decisión sobre la periodización es fundamental en la construcción del problema de investigación, en tanto ésta define dónde voy a poner el acento. Por ejemplo, si mi período de análisis se define por gestiones gubernamentales nacionales, tiene que ver con la primacía que le doy a esta cuestión; si mi periodización se vincula con la vida de una institución, el surgimiento de determinada ley o algunos hitos históricos, estoy tomando una decisión central, que tiene que ver con la perspectiva con la que estoy abordando el objeto y el rol que le doy a estas dimensiones en mi problema de investigación. Sidicaro, por ejemplo, en su trabajo sobre el diario La Nación, definió su periodización en base al pensamiento del diario, aunque inicialmente planeaba periodizar de acuerdo a recambios institucionales y eventos importantes del país (Sidicaro, 2001). Esta periodización supuso atender a las características intrínsecas del pensamiento del diario por sobre otras periodizaciones más tradicionales. Según cómo sea la periodización un mismo proceso puede parecer novedoso o parte de un ciclo de más largo alcance. Es decir, el sentido mismo de una cuestión se modifica de acuerdo al período de análisis considerado.
La periodización siempre tiene que ser una decisión reflexiva y justificada. Aun cuando decida poner el acento en determinada cuestión no puedo suponer que esa es la única temporalidad válida. Es importante no aplanar y homogeneizar las distintas temporalidades que conviven en los procesos sociales. Esto supone ser cuidadoso con los matices, las heterogeneidades, las continuidades y rupturas que conviven en los procesos. Por ejemplo, tomar como criterio para definir la periodización a las gestiones gubernamentales no implica que no haya procesos que trasciendan ese período (burocracias, perspectivas de intervención o programas que sobreviven los cambios de gestión,) o que impliquen cortes en el interior de ese período. Ser sensibles a la convivencia de diversas temporalidades es algo que le sumará riqueza a la tesis.
4.5. Acerca de la escala
La escala también es parte constitutiva de la construcción del problema de investigación, no una decisión ad hoc. Tal como señala Valenzuela (2004): “La selección de una escala como punto de partida, no es inocua ya que determina la relevancia de los fenómenos, su impacto y significado” (p. 1). Esto implica que si varío la escala de análisis, estoy cambiando de problema, en tanto, los actores y las dimensiones relevantes a considerar son otras; “el cambio de escalas supone, pues, la construcción de problemas y objetos de estudio radicalmente diferentes (…) comprendiendo a los actores situados e interviniendo en múltiples contextos encajados” (Frederic y Soprano, 2009, p. 31). Tal como señalan Rodríguez y Di Virgilio (…), “la escala deja de ser un dato previo, para convertirse en una lente a la que recurre el investigador para aproximarse al fenómeno” (2011, p. 23)6.
Mi foco de interés estaba puesto en el Estado y sus intentos de intervenir en determinada cuestión. Tomé una escala de análisis meso, con foco en el modo en que fueron operando diversas agencias estatales, muchas veces en sentidos contradictorios. También observé como ciertos actores privados respondían o incidían en estas intervenciones. Respeté esta escala de análisis a lo largo de la tesis, limitando las “incursiones” a otras escalas (por ejemplo, limitando la información de trayectorias de individuos concretos, o las reflexiones sobre la política nacional a lo estrictamente necesario). El clásico trabajo de Allison (1993) acerca de las perspectivas para analizar las políticas públicas me ayudó mucho a definir mi perspectiva y escala de análisis. Oszlak (2011), por su parte, realiza una interesante reflexión acerca de las escalas para pensar el rol del Estado. También el trabajo de Sautu (2005) posee sugerentes aportes acerca de las escalas de análisis.
También se puede trabajar con más de una escala de análisis, lo cual resulta sumamente interesante y enriquecedor, ya que permite matizar, ponderar y relativizar algunos procesos. En cualquier caso, es importante ser reflexivo respecto a la(s) escala(s) con la(s) que decidamos trabajar, ser coherentes con esa decisión a lo largo de la investigación (y sobre todo de la tesis), y comprender que se trata de una elección analítica, pero que existen otras escalas en las que puedo “incursionar”.
Es importante considerar que si cambio de escala de análisis, podré encontrarme con otros actores interviniendo. A su vez, puedo encontrarme con los mismos actores, pero probablemente operen distinto, tengan otras características y capacidades.
5. El trabajo de campo: sobre el acceso a fuentes y entrevistas
Volviendo al contenido de mi tesis, ésta se fue focalizando en reconstruir los intentos de trasladar el Mercado de Hacienda fuera de la ciudad de Buenos Aires. Reitero que el Mercado de Hacienda es una institución que ocupa 32 hectáreas de la capital. Esa tierra es de propiedad pública. Pero desde 1991 el servicio está concesionado. ¿Cuál es el servicio que presta el Mercado? La compra y venta de ganado. Es decir, todos los días por la madrugada entran camiones de ganado a la ciudad. El ganado es vendido en el Mercado y los camiones vuelven a salir con el ganado (vivo), puesto que en la ciudad no se puede faenar. Resulta económicamente insostenible, y en términos urbanos (y ambientales), inimaginable. La pregunta clave era, ¿por qué ese Mercado sigue allí? Tanto en la última dictadura, como en el gobierno de Alfonsín, y posteriormente en el 2001, hubo intentos de trasladar el Mercado. Sin embargo, esos intentos se habían topado con la fuerte oposición de quienes manejaban el Mercado, los consignatarios de hacienda. Reconstruir políticas frustradas (sobre todo en época de dictadura) resultaba complejo. Pero reconstruir las obstaculizaciones a esas políticas, por parte de poderosos actores que apelan a la invisibilidad para reforzar su poder, me parecía casi imposible.
5.1. Las fuentes: ¿cuáles pueden ser buenas fuentes? ¿Dónde puedo conseguirlas?
Como muchas cuestiones en la investigación, no hay recetas universales para conseguir las fuentes, particularmente en un país que no se caracteriza por poseer buenos archivos. Tal como señala Caimari (2017): “Para quien habita el universo semisubterráneo de la investigación documental, el diagnóstico elaborado por investigadores, bibliotecarios y archivistas sobre la deuda en este plano –deuda institucional, normativa, presupuestaria, cultural– es un horizonte de sentido común” (p. 17). Si bien se trata de un tema definitorio en la factibilidad de una investigación, este obstáculo es señalado como uno de los errores más frecuentes entre quienes inician un trabajo de investigación:
Falta de conciencia de que si no existen datos, o no están disponibles, o que si las instituciones que los producen no permiten el acceso para obtenerlos, es imposible llevar a cabo la investigación y que, por lo tanto, junto con el problema a investigar hay que pensar en examinar la realidad de los datos (Wainerman, 2001)7.
Mi acceso a fuentes estuvo teñido por una mezcla de trabajo de hormiga y buena fortuna (y no es casual que estas cuestiones vayan de la mano). Respecto al período de dictadura, me interesaba indagar cómo se había tomado una decisión política, y cómo esta había sido obstaculizada por ciertos actores, tema sumamente opaco para encontrar registros documentales. Trabajé mucho con diarios: revisé años enteros, día por día. Trabajar muy minuciosamente con diarios lleva mucho tiempo y energía, pero permite tener una noción mucho más precisa del período, del orden y relevancia de ciertos acontecimientos, y del rol de las políticas analizadas en un marco más amplio de políticas e intervenciones. Además, permite recolectar mucho material que luego puede utilizarse para otras instancias, adquirir otros sentidos. En las notas que encontraba, relacionadas con el tema que me interesaba, siempre se aludía a algún evento que luego podía rastrear (la promulgación de un decreto, la realización de una inauguración, un acto, un discurso, una ley, declaraciones aparecidas en alguna otra publicación). De ese modo, iba “tirando” de esos pequeños hilos.
Además de diarios, trabajé mucho con boletines oficiales, digesto municipal, decretos, leyes, debates legislativos (en los momentos en que hubieron), denuncias judiciales, etc. Muchas veces, los decretos, las leyes y los debates, referenciaban procesos previos o paralelos que a su vez podía rastrear. Busqué documentos en el Archivo General de la Nación, el Ministerio de Agricultura, de Economía, la Legislatura porteña, CGPs, oficinas varias del GCBA, la Defensoría del Pueblo de la Nación, la Biblioteca del Congreso, hemerotecas, infinitos organismos estatales más o menos receptivos. Trabajé con fuentes de todo tipo: decretos, leyes, proyectos de ley, debates legislativos, discursos públicos, actas, declaraciones públicas, solicitadas, artículos de diario, revistas especializadas (por el tema abordado, las revistas de arquitectura fueron excelentes fuentes), cartas, comunicaciones entre organismos estatales, bases de concursos de arquitectura, planes y proyectos urbanos. También los entrevistados mismos me fueron facilitando fuentes relevantes.
A partir de estas fuentes construí mis primeras hipótesis8. Estaba contando una historia menor, pero era una historia que nadie había contado. Fue un trabajo realmente inductivo, sin mucha posibilidad de apoyarme en bibliografía secundaria. Pero también en eso radicó la belleza y las incertidumbres de esa primera construcción de hipótesis.
5.2. Un pequeño excurso sociológico. Sobre cómo lidiar con entrevistas a “poderosos”
Respecto a los intentos más recientes de trasladar el Mercado fuera de la ciudad de Buenos Aires, existía abundante documentación (ya que había estado muy involucrado el Gobierno de la Ciudad, y eso había generado muchísimos debates y documentación de más fácil acceso que a nivel nacional). Más interesante aún, existían también actores que hace no tanto tiempo, habían participado de estos intentos de traslado. Era imposible que los consignatarios me hablaran del tema, puesto que su mayor apuesta era invisibilizarlo, que nadie recordara que el Mercado estaba ubicado en la ciudad. Además, temía que bloquearan el tema y el acceso a fuentes en caso de enterarse de la investigación. Decidí entonces ir identificando personas que hubieran participado en alguna instancia de estos procesos y que por algún motivo estuvieran interesados en contar sus versiones. Conseguí los más valiosos testimonios y datos de aquellos que habían salido “heridos” en los intentos de traslado: vecinos movilizados por el traslado del Mercado, funcionarios del GCBA que habían proyectado nuevos destinos para las tierras, arquitectos que habían participado en proyectos que no se materializaron, funcionarios nacionales que habían abogado infructuosamente por el traslado, defensores del pueblo que habían tomado el caso, empleados desplazados, legisladores en desacuerdo con las decisiones tomadas, etc. Todos ellos tuvieron muchas ganas de contar sus experiencias frustradas, sus decepciones y la sensación de impotencia frente a un actor que parecía arrollador (los consignatarios), y un Estado que parecía siempre incapaz de llevar adelante sus designios. En términos de documentos y entrevistas, tenía mucho material para cubrir el período más reciente.
En paralelo, fui trabajando con la documentación más histórica, para intentar reconstruir lo acontecido en el período de dictadura. Una vez que logré construir hipótesis concretas acerca de lo que había sucedido en ese período, a partir de documentación conseguida con mucha dificultad, me decidí finalmente a contactar al actor que resultaba central en mi tesis: los consignatarios de hacienda, agrupados en el Centro de Consignatarios de Productos del País9. Este actor era central a la hora de comprender la presencia del Mercado en el barrio, puesto que había obstaculizado sistemáticamente su traslado fuera de la ciudad de Buenos Aires. Hoy en día, el Mercado está privatizado y concesionado a Mercado de Liniers S.A., una empresa conformada por los mismos consignatarios. Era un actor central para mi tesis, pero al mismo tiempo era el actor con menos interés en hablar. Medité mucho acerca de cómo acercarme a los consignatarios. Sabía que el presidente de Mercado de Liniers S.A. tenía una actitud muy virulenta contra el traslado del Mercado, y estaba segura que me iba a cerrar las puertas. Decidí, entonces, acercarme al CCPP, del que supuse no iría a considerar el tema tan “candente” en la actualidad (como sí iba a pasar con Mercado de Liniers S.A.).
Mi primera entrevista se dio con un gerente de la Institución. En esta instancia recurrí a todas las herramientas que como socióloga había aprendido a lo largo de la carrera respecto a los modos de acceder a los entrevistados, la importancia de la propia presentación en el marco de una entrevista y la exposición de los objetivos de investigación (Guber, 1991; Navarro, 2011). Me presenté como una joven universitaria, que estaba haciendo un trabajo de investigación para la facultad sobre el tema del traslado del Mercado, con particular interés en el período de la dictadura y el modo en que los consignatarios se enfrentaron exitosamente la decisión autoritariade trasladarlo. Mi entrevistado me evaluó socialmente y me esforcé por no resultarle un “otro amenazante”, sino alguien cercano en términos sociales. Al mismo tiempo, aproveché que parezco más joven de lo que soy, ingenua e ignorante y le di a mi entrevistado poder para que me cuente su versión de los hechos. Las asimetrías de género y edad se tradujeron en que él me iba a explicar todo puesto que yo no sabía nada. Destaqué mi interés histórico sobre la cuestión, sin aclarar que mi investigación continuaba hasta el 2003, puesto que poseía mucho material del período reciente y porque intuía que ese tema resultaba mucho más sensible para mi entrevistado (una cosa es enfrentarse “heroicamente” a la dictadura, otra cosa es bloquear por los métodos más cuestionables las decisiones de diversos gobiernos democráticos).
Este entrevistado me facilitó muchísima documentación que modificó sustancialmente el curso de mi tesis. Por un lado confirmó mis hipótesis, robusteciéndolas, llenándolas de sentido y fuentes que las sustentaran, por el otro, agregó nuevas hipótesis, y me permitió profundizar en períodos acerca de los que aún no poseía tanta información. El entrevistado me facilitó material que desconocía: cartas de los consignatarios a Videla, a ministros, secretarios y todo tipo de autoridades, notas internas entre agencias gubernamentales, gestiones frente a diarios y revistas, gestiones con abogados, jueces, documentos que reflejaban la toma de decisiones internas de la institución. El material no sólo se limitaba al período de dictadura, sino que avanzaba hasta la privatización del Mercado. Allí, había documentos que mostraban cómo la licitación fue acordada por el Ministerio de Economía y los consignatarios de igual a igual. Obviamente, todo este material implicó un salto cualitativo en mi tesis.
A partir de estos recorridos, me gustaría destacar algunos aprendizajes del trabajo de campo. En primer lugar, reitero un viejo clásico de los manuales de metodología: la centralidad de la propia presentación en la situación de entrevista10. Realmente, es una cuestión a considerar con seriedad: cómo vestirse, presentarse y cómo presentar los objetivos de investigación. Respecto a la situación de entrevista, a la propia presentación y a cómo presentar el trabajo existe mucha bibliografía. Sin embargo, existe un fuerte sesgo en la bibliografía metodológica, que tiende a privilegiar las entrevistas con sectores populares. Mucho más escasa es la bibliografía que indica cómo entrevistar a sectores “poderosos”. A este respecto, puedo referenciar solamente algunos textos (Cohen, 1999; Peabody et al., 1990; Chamboredon et al., 1994, Vommaro, 2012). La estrategia de presentarme como alguien cercano socialmente, joven, inexperto y no amenazante resultó muy exitosa y generó una actitud paternalista en algunos de mis entrevistados. Pero existen otras estrategias posibles, como aquellas que enfatizan el acto de mostrar un muy buen conocimiento del tema para hablar con el entrevistado de igual a igual (de hecho, tuve que recurrir a esta estrategia para lidiar con funcionarios públicos). Todo dependerá de nuestras características personales y las características de nuestro interlocutor.
Según esta lógica, resulta central la oportunidad de (auto)narración que se le da al entrevistado. El modo en que se plantean los objetivos de la investigación y se justifica la necesidad de entrevistar a esa persona tiene que convocar al entrevistado a hablar, a contar su versión. Tal como señalan numerosos investigadores, la presentación de los objetivos de investigación implica ser honestos respecto a nuestros intereses, pero plantearlos de un modo que no resulten hostiles al entrevistado y que le generen suficiente interés e incentivo como para participar11. Si le planteaba a mi entrevistado que me interesaba analizar cómo habían logrado bloquear sistemáticamente ciertas decisiones gubernamentales, no iba a lograr mucha locuacidad. En cambio, si le comentaba que yo sabía que había habido un proyecto en dictadura para trasladar el Mercado, y me que interesaba cómo eso los había afectado, y qué habían podido hacer para evitarlo, entonces habría sido muy distinto. De ser posible, debo darle la oportunidad a mi entrevistado de que cuente su versión de los hechos del modo en que le resulte más favorable. Tendré muchas instancias para cruzar ese testimonio con otros testimonios y documentos, que me permitirán dimensionar cada historia.
Por otra parte, otra cuestión interesante tuvo que ver con buscar los testimonios de aquellos perjudicados por el proceso que yo estaba estudiando. Siempre que haya un conflicto de intereses, es probable que los actores perjudicados tengan más ganas de testimoniar. En particular, todas aquellas cuestiones judicializadas o que generaron algún tipo de resistencia legal (incluso dentro de las agencias estatales), suelen estar bien documentadas. En mi caso, había una denuncia en la Defensoría del Pueblo que conllevó una investigación; había conflictos entre legisladores en la Legislatura de la Ciudad que supusieron el armado de gruesos expedientes, y había rencillas entre agencias estatales que provocaron el desplazamiento de funcionarios.
5.3. Volviendo a las fuentes: ¿Cómo trabajarlas? ¿Cómo organizarlas? ¿Cómo darles sentido?
Luego de la intensa búsqueda de fuentes y de haber conseguido acceso a mucho material tenía un problema inverso al inicial: el exceso de fuentes. Si bien solemos temer la carencia de fuentes, el exceso es una cuestión igualmente compleja. El manejo de esa masa de información, y, sobre todo, el desafío de darle sentido, no resulta nada fácil.
Por ser una tesis que abordaba un proceso histórico, decidí organizar las fuentes en una línea de tiempo. La organización del material, sobre todo cuando es muy abundante, es una instancia muy personal, pero la línea de tiempo en mi caso resultó absolutamente clarificadora.
Si bien parece una obviedad, siempre es importante contextualizar las fuentes. Aunque el trabajo no sea histórico, corresponde ser muy respetuoso con el marco de producción de un documento. Las fuentes son siempre producidas en determinado contexto político, histórico y social. Es en ese marco que debo darles sentido y es considerando ese contexto de producción que puedo interrogarlas de modo relevante. Un error común es la mirada deshistorizada, la crítica anacrónica que extrae a determinado documento, intervención o ley de su contexto12. Además, las fuentes fueron producidas por alguien (una agencia estatal, una empresa, una institución, un individuo) con determinados fines. Y saber esto es fundamental para dimensionarlas e interpretarlas adecuadamente, juzgar la calidad de los datos, comprender los argumentos que se sostienen, el marco de debates, conflictos, o tradiciones. En el caso que estaba investigando, había conflicto de intereses, y las fuentes sostenían datos y miradas contradictorias. Esto en sí mismo ya es un dato interesante. El trabajo de González Rodríguez (1996) resulta muy útil para tomar los recaudos necesarios al trabajar con fuentes, si bien se focaliza en el trabajo con datos secundarios.
En síntesis, al trabajar con fuentes resulta importante contextualizarlas adecuadamente, intentando responder todos los interrogantes mencionados y cruzar la mayor cantidad (y diversidad) de fuentes posible. Es el cruce de voces, miradas, documentos lo que me permitirá sustentar lo más seriamente posible mi trabajo.
Otra cuestión interesante, es que el modo en que se accede a las fuentes es un dato en sí mismo. El nivel de obstáculos y de mediaciones para acceder a un entrevistado o a documentos es muy ilustrativo del nivel de accesibilidad y publicidad de esa persona, de esas instituciones o de esos temas. La mayor parte de la información que pude conseguir acerca de los distintos intentos de trasladar el Mercado la tenían los propios consignatarios. El Estado guardaba escasos y muy dispersos registros al respecto. Esta asimetría en el manejo de la historia de este proceso en particular, era muy elocuente respecto a las posiciones de poder de los actores en pugna. Y resultó un dato que de hecho analicé en la tesis13. ¿Quién tiene las fuentes?, ¿cuán asequibles están?, ¿cómo pueden consultarse?, ¿cuánto cuesta acceder a determinados entrevistados?; todas estas son cuestiones que hay que ir registrando en el diario de trabajo de campo (o cualquier tipo de instancia de registro/documentación en la que vayamos armando el historial de nuestro trabajo de campo), porque son datos relevantes que en ocasiones olvidamos y que pueden resultar muy ricos y sugerentes14.
Es importante también ser respetuoso con lo que las fuentes dicen, no estirarlas ni sacar conclusiones que las exceden. En este sentido, debemos sostener una mirada inductiva, sensible a los datos, capaz de reformular las hipótesis, los interrogantes y hasta el problema de investigación.
Como contrapartida, tampoco debo “pegarme” a las fuentes, sin aportarles sentido o interpretación. Todo el material empírico que incluya en la tesis debe estar procesado y elaborado. Debo tener cuidado de no “saturar” de fuentes mi trabajo, ya que se convertiría en un texto denso, muy descriptivo y poco interesante. En términos de Caimari (2017): “Traducir el archivo a la escritura es, primero, renunciar. (…) habrá que desprenderse de lo innecesario por bello y brillante que sea, ya que los mismos materiales que han dado claves, texturas y resonancias pueden convertirse en lastre” (p. 11). Se requiere cierto complejo equilibrio: ser fiel a lo que dicen las fuentes, pero atravesarlas siempre de sentido.
Si bien conseguir las fuentes supuso muchísimo esfuerzo y trabajo, tuve que dejar afuera mucho material para lograr argumentos más limpios y claros, con miras al lector –recuérdenlo, habrá un lector y evaluador de sus tesis–15. El solo hecho de disponer de determinados documentos o testimonios no debería implicar su inclusión en la tesis.
6. La redacción de la tesis
La condensación de años de trabajo, idas y vueltas, incertidumbres y angustias en el formato tesises también un desafío. La idea de que hay que “escribir” la tesis, como si la tesis estuviera en algún lugar (la creencia popular entre tesistas supone que está en la cabeza) y sólo basta pasarla a formato escrito es cruelmente engañosa. La tesis no existe fuera de su escritura. En la organización del material en capítulos, en la redacción, en el tono que le doy, en los equilibrios que elijo, en lo que entra y lo que queda fuera se va formando algo muy distinto a lo que tenía imaginado. En términos de Becker (2012):
Cuando escribimos, constantemente tomamos decisiones sobre cuál idea expresar y en qué momento; sobre qué palabras usar y en qué orden, para expresarla; sobre cuáles ejemplos ofrecer para dejar en claro lo que pretendemos decir (…) cada decisión que tomamos da forma al resultado (p. 34).
Por otra parte, es importante señalar que la idea de que la tesis se escribe una vez finalizado el trabajo de investigación, también resulta, en el mejor de los casos, ilusoria. El proceso de escritura y discusión debería ser paralelo al trabajo de campo, puesto que el ejercicio de escritura resulta una instancia fundamental para clarificar ideas, discutirlas con otros, ensayar interpretaciones, detectar carencias, incongruencias y limitaciones.
Nuevamente, no hay recetas mágicas. En mi caso, organicé el material de modo cronológico. Una salida fácil y lógica dado mi problema de investigación longitudinal, que se interrogaba por continuidades y rupturas. Otros deciden organizar la tesis por casos. Hay muchas formas de organizar el material, pero la decisión debe ser siempre consciente y reflexiva, porque en el orden se juega, en parte, la puesta en sentido, la estructura argumentativa de la tesis. En términos de Eco (1977), “hacer una tesis significa aprender a poner orden en las propias ideas y a ordenar los datos” (p. 24).
Si seguimos esta línea, la tesis debe tener una ilación lógica. Y este esfuerzo no es menor. Sostener la coherencia y el sentido en un texto de esas dimensiones no es fácil. La fantasía de “juntar las ponencias” y que den como resultado la tesis no suele funcionar ya que ésta es un texto en sí mismo, que debe tener coherencia interna, articulación lógica y una argumentación progresiva.
Con el norte en la escritura, debo pensar en mis lectores, en el público al que se dirige el trabajo –cuestión señalada de modo insistente por Eco (1977) y Becker (2012)–. La tesis deja de ser ese universo personal, mío, ininteligible, y debe volverse un texto comprensible, coherente, teóricamente sólido y sostenido empíricamente. Es decir, debe volverse un ejercicio de comunicación (Eco, 1977). Esto tiene algunas implicancias. Hay muchas tentaciones en las que se cae en la recta final por causa del agotamiento, de los plazos y de las presiones a las que nos vemos sometidos.
A veces hay una confusión entre el recorrido intelectual e histórico que el investigador debió realizar para comprender algunas cuestiones y aquello que debe incluirse en la tesis. El criterio que muchos tienen es “no lo voy a sacar si ya lo escribí”. Argumentación endeble si las hay. El resultado son tesis innecesariamente largas, que recién despegan en el capítulo tres o cuatro, ya que la primera parte está de adorno. También, esto genera incoherencias entre primeras partes con cierto marco teórico (generalmente más rígido) y conclusiones realizadas a partir del trabajo de campo, es decir, más ricas e interesantes pero con poco diálogo con esa estructura inicial. La tesis debe ser un producto en sí mismo, no un espacio donde poner todo lo que escribí e hice a lo largo de mis años de investigación. Es decir, es imprescindible distinguir el proceso de investigación del producto (tesis).
Para ello, es fundamental pensar en la economía del texto. Aunque resulte duro, no todo el material que encontramos, no toda la bibliografía que leímos, no todo lo que escribimos debe incorporarse en la versión final. El mismo comentario es válido respecto a la contextualización o historización de mi objeto16. Es necesario ponderar cuánto debemos historizar/contextualizar considerando aquello que resulte necesario para sostener la línea argumentativa. También, es preciso no saturar de información la tesis. A veces es difícil renunciar a cierto material que nos costó conseguir, pero corresponde privilegiar la tesis como un todo coherente antes que la incorporación indiscriminada de material. Los anexos son un buen espacio para incorporar aquellas cuestiones que quedaron en el tintero, y que a veces suman datos y color sin aportar mucho a la línea argumentativa.
En síntesis, todo lo que está en la tesis debe estar allí por algún motivo, ligado a ese producto final y no al recorrido de la investigación. Toda la bibliografía citada debe estar para sostener los argumentos, retomar categorías, o discutir algunas cuestiones. Los marcos teóricos rígidos que luego no se retoman para el análisis no aportan mucho. Sí vale la pena retomar los argumentos, categorías y discusiones que efectivamente sirven para interpelar el material empírico. A partir del primer borrador resulta conveniente revisar la consistencia entre las conclusiones, la introducción y el marco teórico.
Es importante que otros lean y comenten mi tesis, aunque sea un borrador, más o menos avanzado. Necesitamos interlocutores que miren el texto “desde afuera”. Sería ideal tener lectores de distintas disciplinas (y si no es posible que lean la tesis, sería bueno al menos intentar intercambiar miradas, consultar dudas o cuestiones puntuales). La mirada de un politólogo, de un sociólogo, de un historiador, un antropólogo va a problematizar diversas cuestiones de nuestro trabajo, y de este modo, volverlo más rico y más complejo. Esto resulta fundamental cuando pensamos que el jurado siempre está compuesto por especialistas de diversos campos disciplinares.
7. Recapitulando: decisiones para atravesar el médano
El artículo busca contribuir a la formación de investigadores retomando una extensa tradición de autores que consideran que las reflexiones acerca de las prácticas concretas constituyen uno de los mejores modos de transmitir el oficio (Wright Mills, 1964; Wainerman, 2001; Sautú, Boniolo et al., 2005). Tal como señalara al principio del texto, cada proceso de investigación tiene características que lo hacen único. Sin embargo, la lectura de experiencias ajenas puede sumar herramientas para atravesar este proceso de un modo más consciente y reflexivo.
A partir del recorrido de mi proceso de investigación intenté dar cuenta de algunos aprendizajes y reflexiones que sintetizo a continuación.
Es central comprender el proceso de investigación como un proceso de sucesivas toma de decisiones. Cuanto más conscientes estemos de que existen diferentes formas de análisis, perspectivas, corrientes teóricas, periodizaciones, escalas y fuentes, y que nosotros como investigadores debemos tomar decisiones informadas al respecto, más control tendremos sobre este proceso. Debemos evitar que las decisiones se tomen de hecho, sin que advirtamos que había otras alternativas.
La construcción del problema de investigación es un proceso trabajoso. En primer lugar, el problema de investigación es producto de una construcción, no está dado por fuera de las interpelaciones del investigador. El modo en que indago ese objeto, la elección del foco, los matices, los acentos, la selección de actores, conceptos, escalas y periodizaciones son constitutivos del mismo.
El proceso de investigación requiere un constante diálogo entre las conceptualizaciones teóricas y los avances empíricos. Esto supone un delicado equilibrio entre ser sensible y fiel a lo que emerge del universo empírico, y ser capaz al mismo tiempo de atravesarlo de sentido, ideas y miradas novedosas. El uso cuidadoso de los conceptos y teorizaciones, su articulación estrecha con el universo empírico resulta fundamental para evitar caer en ciertos sentidos comunes (legos o académicos) que ocluyen los sentidos y las potencialidades de un proceso de investigación.
A su vez, a través del relato de ciertas experiencias del trabajo de campo, busqué señalar estrategias, técnicas, aprendizajes y recorridos posibles en el trato con entrevistados, la búsqueda de fuentes y el trabajo con esos materiales. Sobre esta cuestión existe abundante bibliografía metodológica, que constituye un insumo fundamental para quien se inicie en el oficio.
Por último, la redacción del trabajo requiere también una serie de cuidados y consideraciones. El foco puesto en el público lector contribuirá a convertir ese universo íntimo y personal que muchas veces es la investigación en un ejercicio de comunicación asequible a otros.
El intercambio con otras disciplinas, con otras corrientes teóricas, pero sobre todo con compañeros investigadores es una buena estrategia para complejizar el análisis y enriquecer el trabajo.
Es bueno tener la certeza de que es posible atravesar el médano; es sólo cuestión de decisión(es).
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Notas
Recepción: 18 octubre 2017
Aprobación: 10 septiembre 2018
Publicación: 10 junio 2019
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